martes, 25 de marzo de 2025

Entre el déjà vu y la implosión institucional

 

A medida que los peores pronósticos de los economistas comienzan a materializarse, el clima de agitación social en Bolivia se intensifica. Como si la historia se hubiera atascado en un bucle, las calles de La Paz vuelven a llenarse de marchas, bloqueos, huelgas y pedidos de renuncia. El presente recuerda dolorosamente a los primeros años del siglo XXI, cuando el país oscilaba entre crisis económicas, fracturas institucionales y estallidos sociales.

Hace 40 años, durante la Unidad Democrática y Popular (UDP), el matutino Presencia incluía una sección titulada “Huelgas, paros, marchas, amenazas y ultimátums diversos”, una suerte de parte diario del caos. Era el registro cotidiano del colapso de la autoridad, del Estado y de la economía. Hoy, esa sección podría ser replicada en cualquier medio, con igual o mayor carga de conflictividad.

Veinte años después de la crisis del derrocamiento del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003 —evento bisagra que redefinió el curso del país— Bolivia parece haber regresado, como en un tablero de juego, al punto de partida. La sensación de estancamiento estructural es apabullante. Es como en la célebre película, el “día de la marmota” nacional: la repetición de la misma historia a nivel país.

La oportunidad más concreta y potencialmente transformadora que tuvo Bolivia para vencer el subdesarrollo —impulsada por el auge de los precios de las materias primas, y la inmensa riqueza de gas natural dejada por Sánchez de Lozada, fue desperdiciada con torpeza y soberbia por el gobierno del MAS y sus seudo ideólogos, encabezados por Álvaro García Linera. El “proceso de cambio”, en vez de sentar las bases para una modernización sostenida, optó por el despilfarro y robo populista, la captura del Estado y la retórica de confrontación permanente.

El crimen más grave fue asfixiar a la gallina de los huevos de oro: la industria hidrocarburífera, que llegó a generar más de 5.500 millones de dólares anuales de ingresos para el Estado. Sin reinversión, con la expulsión de capitales privados, sin incentivos para la exploración y producción, el sector entró en una lenta pero inexorable decadencia. Hoy se encuentra en estado de inanición.

A eso se suma la desinstitucionalización sistemática del país: un proceso mediante el cual se han vaciado de contenido las instituciones fundamentales del Estado. El sentido mismo de las palabras ha sido distorsionado; el Estado de derecho ha sido subordinado a la voluntad política del partido gobernante; el sistema judicial, colonizado por el poder; y la Asamblea Legislativa, reducida a un espacio de confrontación estéril y manipulación legislativa. El resultado es una caricatura de república, una parodia democrática en la que lo anormal se ha vuelto norma.

El pueblo, que por años consumió sin crítica la narrativa del MAS —mezcla de épica indígena, nacionalismo antiimperialista y promesas de justicia social—, comienza a despertar de su larga siesta ideológica. Lo hace en medio de la escasez, la inflación, el desempleo, el deterioro de los servicios públicos y la ausencia de soluciones reales. La reacción del gobierno no ha sido el reconocimiento de errores ni la formulación de un plan serio de recuperación, sino más bien el refugio en la retórica absurda, el cinismo, el ocultamiento de datos y, en muchos casos, el silencio.

Mientras tanto, las dirigencias de los “movimientos sociales” —antiguos brazos movilizados del MAS— no han evolucionado ni en formación ni en estrategia. Frente a una crisis económica compleja y multicausal, su reacción sigue siendo la de siempre: marchas, paros, bloqueos y exigencias sin fundamentos técnicos. Se comportan como si la inflación o la escasez de diésel pudieran resolverse por decreto o con presión callejera, ignorando las dinámicas globales del mercado y el colapso interno de la producción.

En este escenario, todo apunta a un incremento sostenido de la conflictividad. Algunos sectores, con creciente vehemencia, piden la renuncia del presidente Luis Arce. Sin embargo, esa salida solo agravaría la crisis. Sería, en términos políticos y constitucionales, una solución irresponsable. El gobierno debe concluir su mandato y someterse al veredicto de las urnas en 2025. Faltan apenas cuatro meses para la realización de elecciones, y lo que corresponde es permitir que el proceso democrático siga su curso, por imperfecto que sea.

Bolivia no puede seguir repitiendo la historia como tragedia cíclica. Urge una autocrítica nacional, una reconstrucción institucional y un nuevo pacto de convivencia que supere la lógica de la revancha, el clientelismo y la improvisación.

jueves, 13 de marzo de 2025

El presidente en su laberinto

 

Las medidas anunciadas por Arce son como él, sin personalidad, convicción, creatividad ni fuerza. Ratifican que no puede fingir gobernar más que siguiendo un libreto desgastado y que no tiene ni la más mínima consistencia. Son una admisión de impotencia, una artillería de papel que no tiene la hombría de bien de admitir la realidad, el anuncio oficial de la fase terminal del masismo.

Por mucho empeño que le ponga para aparentar estar indignado y atribuirles a otros el estrepitoso fracaso del seudo modelo social comunitario productivo impulsado por Evo Morales y el mismo, Arce no tiene ya credibilidad alguna y sus “medidas” agravan su caso.

Diez medidas que son una genuina burla al dramatismo de la situación económica y a la escasez  de hidrocarburos, meros enunciados que no cambiarán ni un ápice al fondo del problema  y que son tan frívolos que desmerecen la institución presidencial, son  propuestas de un escolar mediocre.

Reducir el parque automotor del sector público no tendrá más que un impacto marginal puesto que no representa ni el 1% del parque vehicular total y aun así es la mas concreta de las medidas anunciadas.

 Las medidas 2, 5, 6 y 10 son olímpicos saludos a la bandera puesto que incrementar la distribución, priorizar el abastecimiento a determinado sector, garantizar la provisión a otros o reforzar el control en las fronteras no son mas que declaraciones de intención sin ninguna fuerza ni seriedad ya que no se menciona ni por asomo los mecanismos concretos para lograr esos objetivos.

Permitir el teletrabajo o la teleducación no necesitaba de un anuncio presidencial, el horario continuo o el funcionamiento del teleférico en La Paz mucho menos, lo que reduce la perorata del primer mandatario a informar que se creara una aplicación que de todas maneras no es necesaria puesto que todos los conductores de cualquier cosa que requiera gasolina ya tienen grupos de este tipo en WhatsApp u otras plataformas.

Ninguna de las decisiones anunciadas toca siquiera el principio del problema que es la escasez de dólares y el excesivo gasto estatal. Como lo sugiere Andrés Pucci, medidas mitigadoras de la crisis de combustible hubiesen sido “Eliminar los combustibles de actividades ilícitas,  permitir la libre importación y comercialización por parte de surtidores, quitar la subvención a los combustibles y asumir el costo político de ello renunciando a la reelección. Esta última obviamente requeriría de un 1% de nobleza y amor a Bolivia, algo inexistente en la identidad masista.

Arce ha tocado fondo, es la expresión de indigencia retorica y conceptual mas descarnada que se haya visto jamás en Bolivia, solo superada por su absoluta impotencia en proponer intentos de solución a los desafíos que enfrentamos. Constreñido por sus limitaciones personales y las de la mayoría de la gente que lo rodea, con alguna excepción aun por identificar un grupo de mediocres y sinvergüenzas, el presidente se aferra a la ortodoxia del populismo demagógico e irresponsable. Y en el proceso se ha vuelto un presidente de papel, en lo moral, con las gravísimas sindicaciones que pesan sobre sus propios familiares, en lo político, menesteroso sin apoyo mas que el de los oportunistas y traidores de su corriente de origen, carente de ideas, ajayu o energía alguna.

Los historiadores del mañana quizás rescaten la contribución que hizo al debilitar en forma inexorable al monstruo mayor, lo que, en rigor, le reconozco y hasta agradezco. Pero podía haber ido muchísimo más allá, podía haber tenido el coraje de reconocer ante la historia el fracaso de su seudo modelo y la hombría de bien de actuar en consecuencia, el gesto de grandeza de renunciar a la reelección. Podría haber escogido la apuesta de la audacia, prefirió perseverar en imitar a Pilatos y a otros cobardes y miserables.

martes, 18 de febrero de 2025

La verdad es lo que a mi me da la gana

 

Hasta hace poco estaba de moda el horripilante y semi diabólico término de “posverdad”, definido como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” o, en otros términos, la práctica de sostener que la verdad es lo que yo subjetivamente digo y/o creo que es y no lo que objetivamente es.

Cuatro casos recientes gatillaron episodios  de posverdad e ilustran la utilización de este reflejo verbal y comportamental. El ciudadano que agredió verbalmente a una recolectora de tunas, el comunicador que se pronunció por sostener que el sufragio universal fue un error y un retroceso, una diputada que, ante acusaciones de un adversario político, lo sindicó de racista, machista y anti-cruceño, y, por último, el tiktokero Rubén Blanco, que fue acusado y detenido por haber calificado un baile folclórico de “mugroso”.

La posverdad no está en los hechos descritos en sí, más bien en la reacción de diferentes personas y colectivos a ellos. En el primer caso, echando mano de su compulsiva necesidad de distraer la atención, los personeros del régimen denostaron al ciudadano, lo lincharon en redes  y, al final, lo condenaron a tres años de cárcel bajo los cargos de racismo, pese a que no se evidenciaba, en el video que se utilizó como prueba, ni una sola palabra de racismo. Así, bastó un linchamiento mediático para transformar una falta de urbanidad en un supuesto crimen de odio, como si se tratara de un supremacista incitando a la violencia.

En el segundo caso, el Defensor del Pueblo concluyó de oficio que el comunicador había incurrido en categorías similares de discriminación y racismo sin que tampoco pudiese sostener aquello ni por asomo. Es el mismo razonamiento que, llevado al absurdo, permitiría sostener que quien critique la democracia representativa es un enemigo del pueblo, o que quien dude de la utilidad de cierto programa estatal está discriminando a los beneficiarios de este.

La diputada Luisa Nayar, por su parte, dio de alaridos señalando que su adversario político y tocayo Luis Vázquez no podía tolerar sus expresiones por ser ella mujer, joven y cruceña, incurriendo en un comportamiento similar al no bajar a su crítico de viejo, viejito, tradicional, anciano, etc. Si se aplicara la misma lógica que ella pretende imponer, su ataque también sería una forma de discriminación por edad, pero la posverdad siempre juega a favor de quien grita más.

Por último, está el caso del influencer Rubén Blanco, procesado por el solo hecho de haber mostrado su antipatía con un grupo de danzarines de carnaval. Aplicando ese criterio, cualquier crítica artística podría ser sancionada, ya que, siguiendo el razonamiento del régimen, señalar que una película es mala equivaldría a discriminar a los actores, o decir que una comida no es de buen sabor implicaría un atentado contra la identidad culinaria de una región.

Desde el Estado masista se ha sembrado durante dos décadas el irrespeto a la ley y se ha utilizado la tergiversación y manipulación a todos los niveles, en un caótico paradigma donde los sofismas se cruzan a diario con expresiones de cinismo descarado y de mentiras descomunales. Así, la libertad de expresión es la primera victima pues la libertad pasa a ser libertinaje.

No es de extrañarse entonces que las decisiones y reacciones a menudo no solo no respeten el sentido común ni la verdad jurídica más elemental, sino ni siquiera ya el sentido semántico de las palabras, sin lo cual se puede afirmar que uno de los pilares de la vida civilizada está siendo atacado. Si se puede calificar a alguien de racista sin que exista el menor indicio de ello, también se puede sostener que los cocaleros del Chapare no son cómplices del narcotráfico a pesar de que un expresidente puede postular a pesar de existir pruebas  de que es un degenerado sexual y político y de que es moral “robar sin exagerar”. Es el mismo razonamiento por el cual en otros tiempos se decía que las dictaduras no eran tales si organizaban elecciones o que la censura no existía si se permitía criticar solo ciertos aspectos del poder.

Así como el Apocalipsis puede no estar imaginado con precisión como la recurrencia de desastres físicos como terremotos e inundaciones, sino más bien como el reino de la impostura y el cinismo, la imagen bíblica de la Torre de Babel podría quizás ser mejor entendida como una situación en la que, pese a hablar el mismo idioma, algunas personas llaman odio al amor, muerte a la vida, honradez al robo, lo que al final no solo imposibilita la comunicación racional, sino que sencillamente inviabiliza la vida en común. Es en ese mundo extraño en el que estamos empezando a habitar, una realidad oscura en la que se necesita más que nunca recuperar nuestra convicción sobre la primacía de la luz, lo bueno y lo correcto.

viernes, 7 de febrero de 2025

El peso de los antecedentes

 

Como existe una creciente demanda por actores políticos nuevos, jóvenes, si posible sin pasado ni trayectoria identificable el escenario político se va cada vez mas poblado por todo tipo de personajes, algunos fascinantes, otros patéticos, la mayoría con el requisito de audacia que se necesita para incursionar en la política de hoy en Bolivia. La política es pues una de las pocas actividades en las que se castiga la experiencia y se premia la falta de recorrido.

El hecho es que independientemente de la imagen de novedad que quieran proyectar los candidatos, el peor error que los electores podrían cometer, nuevamente, es apoyar opciones cuyos antecedentes no son coherentes con sus posiciones actuales ya sea porque su pasado político es desconocido o inexistente o porque es contradictorio con lo que hoy en día expresan, no por haber recapacitado, sino simplemente por su cinismo.

Los antecedentes personales y políticos de los actores en la arena publica no pueden ser ignorados y deben servir como mecanismo para poder medir la credibilidad potencial de los candidatos.

Tomemos a Branko Marinkovic, nunca se le conoció posturas políticas en el pasado que hubieran presagiado que se convertiría en una suerte de mezcla de Milei y Pinochet, como el que ahora se dibuja detrás de cada una de sus intervenciones públicas. Un hombre enfurecido, hecho al fanático del libre mercado y de la jibarización del estado, nunca fue, por lo menos púbicamente, pero ahora se muestra como eso y más. En rigor, con excepción de su fugaz paso por dos ministerios en los descuentos del gobierno de Jeanine Añez y su fuga luego de la masacre del hotel las Américas su participación en la arena propiamente política es nula.

La historia de Marcelo Claure es similar si tomamos el pasado político como punto de referencia, pero por diferentes razones.  Su historial propiamente político en Bolivia y fuera de ella, es inexistente, inversamente proporcional a su destacadísima y notable carrera empresarial que lo propulsó a la cima de los empresarios en Los Estados Unidos y el mundo, un logro prácticamente sin antecedentes para un boliviano con la excepción obvia de Simón Patiño y unos pocos mas  menos espectaculares.

Pero por impresionante que sean sus éxitos empresariales nunca se interesó públicamente en Bolivia ni como inversionista ni como político hasta que se compró el Bolívar, hizo generosas inversiones deportivas y ahora pretende nada menos que dirigir desde algún teclado de computadora en Dubai, Nueva York o Londres el improbable proceso de selección del   candidato “único” de la oposición política boliviana.

En ambos casos, guardando las distancias y diferencias, su accionar político esta destinado a generar inicialmente desconfianza y la habitual envidia que en Bolivia se le tiene al éxito, peor si es económico. Nunca tuvieron posiciones ideológico militantes públicas, aunque es obviamente presumible que si las tenían a un nivel personal. Pero si su verdadera intención se involucrarse en la política no les queda otro camino que acortar las distancias geográficas, y existenciales que los separan de la realidad del pueblo boliviano.

Es el derecho de cualquier boliviano ser candidato a presidente o desempeñar el rol de influenciador de la escena política en forma virtual, pero es complicado sin compartir físicamente con los que se pretende influenciar. Y tanto Claure como Marinkovic solo pueden alegar conocer la realidad de la vida en Bolivia en forma distante y virtual, lo que comlejiza la toma de decisiones.

Marinkovic pertenece a ese grupo de cruceños cada vez menos numerosos,  los jóvenes ya esta con otro chip, para quienes Santa Cruz es más importante y digna de amor que Bolivia  a quien perciben y casi padecen como un accidente del destino. Viven allí pero ignoran al resto, tiene generalmente aversión a todo lo andino y con esa actitud  mal pueden entender los desafíos de nuestras abigarradas complejidades.

Claure, de familia tradicional paceña, esta en realidad menos distante de la Bolivia profunda a pesar de su larga ausencia y mediante el futbol tiene un contacto  con una parte de la realidad y las pasiones locales lo que puede ser un terreno indirecto pero fértil para la incursión directa en la arena política.

martes, 28 de enero de 2025

La actualidad del “Manual del Idiota Latinoamericano”

 

Cuando en 1996 Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa publicaron “El manual del perfecto idiota latinoamericano” , presentaron un diagnóstico mordaz sobre las élites políticas e intelectuales. Describieron su personaje como aquel que, armado de un discurso populista, estatista y victimista, promovía políticas que perpetuaban el subdesarrollo en lugar de resolverlo. A más de un cuarto de siglo de su publicación, la realidad de América Latina sigue confirmando sus tesis, y Bolivia es un claro ejemplo.

El texto denunciaba la obsesión de la izquierda latinoamericana con el intervencionismo estatal, la desconfianza en el mercado y la idea de que la burocracia puede reemplazar a la iniciativa privada, a pesar de la inmensa cantidad de evidencia en contra de los resultados de dicha perspectiva.  Hoy, Gustavo Petro en Colombia, Nicolas Maduro en Venezuela Lula da Silva en Brasil y Luis Arce en Bolivia insisten cual mulas, en aumentar el control estatal sobre la economía.

El MAS ha seguido la misma receta durante  dos décadas. Con Evo Morales y ahora con Arce, el país ha dependido de la explotación de recursos naturales sin diversificarse. La nacionalización de los hidrocarburos en 2006 tuvo como resultado final una brutal caída en la producción de gas y una falta absoluta de inversión privada o pública, la primera por desconfianza, la segunda por irresponsabilidad criminal. Bolivia enfrenta una crisis de reservas internacionales y desabastecimiento de dólares y  el gobierno insiste en la creación de empresas públicas

Otra característica del “idiota latinoamericano” es su afán por erosionar las instituciones democráticas en nombre del “pueblo”. Daniel Ortega en Nicaragua ha convertido su país en una dictadura sanguinaria, encarcelando opositores y persiguiendo a la Iglesia. En Venezuela, Nicolás Maduro se ha aferrado al poder mediante fraudes electorales,  represión y tortura, destruyendo una de las economías con mayor potencial en el mundo.

Evo Morales intentó perpetuarse en el poder violando la Constitución y desconociendo el referéndum del 2016. Su afán de poder derivó en el fraude  de 2019, lo que llevó a su renuncia en medio de protestas masivas. Luis Arce, más tecnocrático, ha seguido con la misma lógica de intervención al  poder judicial y persecución a opositores.

El libro advertía sobre la tendencia de estos líderes a culpar siempre a Estados Unidos, el “neoliberalismo” o la “oligarquía” de sus propios fracasos. Hoy, el discurso de Petro, Maduro y Evo Morales repite la misma retórica: todo problema interno es causado por una conspiración extranjera. En Bolivia, el MAS ha hecho de la victimización una estrategia política permanente acusando constantemente a la “derecha golpista” y al “imperialismo” de sus propios errores de gestión. La crisis económica actual es atribuida a factores externos, cuando en realidad es consecuencia de años de políticas irresponsables, corrupción y falta de planificación. Además, Morales ha insistido en que su salida del poder en 2019 fue un “golpe de Estado”, ignorando las evidencias del fraude electoral y el descontento popular.

Los autores también advertían sobre el uso del término “pueblo” como un concepto manipulable, donde solo los seguidores del régimen cuentan como ciudadanos legítimos. En Nicaragua, Ortega ha criminalizado cualquier forma de oposición, mientras que en Venezuela, Maduro divide a los venezolanos entre “revolucionarios” y “traidores”.

En Bolivia, el MAS ha polarizado el país entre los “ hermanos” (sus seguidores) y los “vendepatrias” (sus críticos). Han fomentado el enfrentamiento entre regiones, clases sociales, edades, gremios y grupos indígenas. Evo Morales ha atacado constantemente a Santa Cruz, el motor económico del país, presentándolo como el enemigo. Luis Arce, aunque menos confrontacional, ha seguido la misma narrativa, descalificando cualquier protesta o crítica como un intento de “desestabilización”.

Si el manual del perfecto idiota latinoamericano fue una advertencia, la actualidad de América Latina parece una confirmación de sus predicciones. Los mismos errores que denunciaba—estatismo, populismo, victimismo, clientelismo y autoritarismo—siguen marcando el rumbo de la región. Bolivia, bajo el MAS, es un caso ejemplar de cómo estas ideas han llevado a la degradación moral, económica, institucional y social. Mientras se continúen aplicando las mismas recetas fracasadas, América Latina seguirá atrapada en el círculo vicioso del subdesarrollo.

jueves, 23 de enero de 2025

Trump y el nuevo mundo

 

El mundo que emergió tras la Segunda Guerra Mundial se estructuró en torno a una división dicotómica pero clara de la realidad política e ideológica. Por un lado, los regímenes del socialismo real, con economías planificadas y libertades casi inexistentes; por el otro, el mundo libre, caracterizado por economías de mercado, democracia y prosperidad.

Esta realidad significó un retroceso absoluto para los países comunistas, un estado de cosas que culminó con la implosión de la Unión Soviética en 1989 y la adopción por parte de China de una economía de corte capitalista, aunque bajo un control político férreo. En ese contexto, Occidente parecía haber ganado tanto la batalla económica como la de la libertad y la democracia, consolidando la creencia en la tesis del fin de la historia, popularizada por Francis Fukuyama.

Transcurrido un cuarto del siglo XXI, la realidad ha demostrado que lejos de consolidarse como los vencedores de la historia, los países occidentales enfrentan una preocupante crisis de valores, marcada por la polarización extrema y el resurgimiento de radicalismos.

Históricamente, las guerras han funcionado como mecanismos de regulación y purga de procesos sociales y hasta demográficos. Sin embargo, la relativa ausencia de conflictos a gran escala —con excepciones como el conflicto en Medio Oriente y la guerra en Ucrania— ha coincidido con una explosión tecnológica de acceso masivo que ha transformado las dinámicas sociales y políticas. Las redes sociales, por ejemplo, han amplificado las divisiones ideológicas, generando esferas de radicalización tanto en la izquierda como en la derecha.

Parece ser una constante que, cuando el ser humano tiene satisfechas adecuadamente sus necesidades más básicas, experimenta una atracción por el caos y el desorden. Esta tendencia se manifiesta hoy en el ámbito político con la expansión de corrientes radicales de ambos lados del espectro ideológico.

Estados Unidos ofrece un claro ejemplo de esta polarización. La ideología woke, con su cuestionamiento de conceptos tan fundamentales como el género biológico, ha generado una contra reacción de sectores conservadores. La promoción de herramientas como el lenguaje inclusivo y la priorización de la identidad sobre el mérito han alimentado un clima de tensión que, exacerbado por factores como la crisis migratoria mundial, ha dado paso a un resurgimiento de posiciones de derecha que buscan restaurar el equilibrio percibido como perdido.

Las corrientes de izquierda, tras el colapso de la Unión Soviética, han mutado hacia nuevas formas, como el “socialismo del siglo XXI” en América Latina y el wokismo en países como Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Las consecuencias más visibles de esta tendencia han sido polémicas como el arrepentimiento de menores sometidos a irreversibles cirugías de cambio de género o el rechazo a la presentación francesa en las Olimpiadas de 2024, criticada por su enfoque ideológico.

La reacción conservadora ha tomado forma en figuras como Giorgia Meloni en Italia, Javier Milei en Argentina, y sobre todo Donald Trump en Estados Unidos. Este resurgimiento se nutre no solo de la oposición a lo que perciben como excesos ideológicos de la izquierda, sino también del rechazo a la presión migratoria global, con flujos masivos de personas provenientes de crisis en Siria, Venezuela y Haití. Incluso en países tradicionalmente receptivos a la inmigración, como Chile se han observado expresiones de hartazgo y actitudes cuasi xenofóbicas ante la llegada masiva de migrantes.

El mundo emergente en el que Trump, Elon Musk y otros líderes ultrapoderosos desarrollan sus ideas aislacionistas y proteccionistas es un mundo de creciente digitalización económica e inteligencia artificial en expansión explosiva. También es un mundo de profundas desigualdades, en el que el 1% más rico de la población controla el 43% de la riqueza total. Además, la hiperconectividad ha llevado a un individualismo digital y a una polarización política y cultural cada vez más extrema, donde convivimos con riesgos y oportunidades que demandan adaptación y resiliencia tanto a nivel individual como colectivo.

Para los regímenes del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, Nicaragua y Bolivia, el futuro se presenta sombrío ante la previsible hostilidad de la administración Trump quien ya ha declarado legalmente a los carteles de la droga como objetivos militares.  El flamante secretario de Estado, Marco Rubio, hijo de exiliados cubanos y firme opositor a las dictaduras de la región, representa una amenaza tangible a la continuidad de estos gobiernos autoritarios y narco vinculados ya que ha manifestado abiertamente su compromiso con la causa de la libertad y la democracia en América Latina. Esas son buenas noticias.

jueves, 16 de enero de 2025

La variopinta "funcionalidad" opositora

 

El contundente triunfo electoral del MAS en 2006, consolidó una hegemonía política autoritaria que dejó poco margen para una oposición genuina.  Es difícil lidiar con un régimen producto de la democracia pero que no se cansa de socavarla.  Durante los primeros años del mandato de Evo Morales, la política boliviana estuvo marcada por una resistencia silenciada mediante la represión, el exilio o el derrocamiento y persecución de figuras opositoras. Algunos de los que se quedaron resistieron de manera heroica o, en muchos casos, menos gloriosa, otros tomaron el camino del destierro. La oposición fue diluyéndose, y la crítica hacia el régimen se transformó en un campo fértil para actores funcionales al MAS.

El proceso que condujo a la nueva Constitución de 2009, con muertos y heridos, contó con la complicidad de parte de las bancadas de Samuel Doria Medina y otros actores. Jorge Quiroga, por su parte, liderizó el proceso de debate critico en el seno de la Asamblea y posteriormente la campaña de rechazo a la aprobación mediante referéndum.

Mesa, luego de darle la espalda al presidente con el que había sido elegido en 2002, amnistió a los golpistas de 2003 y luego su postura moderada frente al MAS le permitió mantener una relación pragmática con el régimen. Mientras el MAS avanzaba con iniciativas que favorecían su proyecto político, los opositores formales como Mesa y Doria Medina criticaban en apariencia, pero evitaban desafiar directamente al régimen y no impulsaron una oposición estructurada que pudiera bloquearla. Doria Medina se declaraba “perseguido político” mientras invertía decenas de millones de dólares en proyectos inmobiliarios y hoteleros.

El fraude de 2019 sello el protagonismo de Luis Fernando Camacho y la crisis postelectoral lo convirtió en una figura central de la oposición que se destacó por su liderazgo en la llamada “resistencia cívica” y su lucha por la renuncia de Morales. Sin embargo, su detención y la posterior inestabilidad de su partido lo debilitaron grandemente.

Gobernadores como Mario Cossío y Leopoldo Fernández y héroes como Roger Pinto son las excepciones ya que, con honor, no transaron, y compatibilizaron oposición política y gestión, mientras pudieron, pero los alcaldes elegidos posteriormente como Iván Arias, Johnny Fernández y Johnny Torrez prefirieron optar por el camino del pragmatismo cínico y sinvergüenza al ser elegidos por opositores y una vez electos trabajar con la agenda y objetivos del oficialismo.

Inicialmente, Rubén Costas fue uno de los principales líderes opositores al MAS, abanderando la autonomía cruceña y la resistencia a la centralización. Sin embargo, con el paso del tiempo y la evolución del contexto político, fue moderando su discurso y, en algunos momentos, adoptó posturas más conciliadoras, lo que algunos interpretaron como un acercamiento al oficialismo.

Manfred Reyes Villa transitó de opositor a oficialista, sin escrúpulo alguno, ni siquiera el de inhibirse de perseguir judicialmente a los jóvenes gracias a los cuales pudo volver a Bolivia y que hoy están injustamente en la cárcel siendo inocentes. Fue hasta dividir a la bancada de Comunidad Ciudadana y de Creemos para servir al Arcismo en forma desenfadada y rastrera.

Con su funcionalidad extrema o relativa, cómplices activos o culpables por omisión, estos políticos actuaron en su mayoría como genuinos altoperuanos, diciendo una cosa, pensando otra  y haciendo una tercera, a cambio no de espacios políticos visibles sino simplemente de una relativa inmunidad, aunque la misma también fue puesta en duda en varios momentos. Casi todos fueron sumisos ante Evo el todopoderoso, al que Mesa comparó con Bolívar y lo denostan muy machitos hoy que esta irremediablemente caído y ya no es la cuarta parte de lo peligroso que era.

El único aliado del MAS en sus primeras etapas que llevo a cabo su adhesión en forma abierta y publica, recibiendo el beneficio político y también pagando el costo del mismo fue Juan Del Granado, hoy opositor de perfil más bien discreto.

¿Podían haber actuado de otra forma y desempeñado un rol de verdadera oposición? Difícil determinarlo sobre todo considerando el carácter totalitario y anti democrático de las intenciones y acciones del MAS.  

Los que como como Carios Mesa tiene la sindicación histórica de la traición de 2003 y los que decididamente se sumaron al oficialismo como Manfred Reyes probablemente entran en una categoría diferente a la de Doria Medina o Iván Arias, casi iguales en el fondo, pero más sutiles en la forma.

 Jorge Quiroga y obviamente Luis Fernando Camacho, mártir de su audacia, pero también de sus desaciertos junto con Jeanine Añez, cuyo entorno y garrafales errores políticos la llevaron a autodestruirse y de paso posibilitar el retorno del MAS, en otro grupo aun mas alejado de los anteriores.

Pero aquí el único que podrá ser señalado por la historia como libre de cualquier sindicación de funcionalidad es Gonzalo Sánchez de Lozada, víctima, entre otras cosas, de la fidelidad a sus principios lo que le impidió transar con el masismo.

El futuro de la oposición boliviana es incierto, pero si la historia reciente nos sirve de guía, el pesimismo parece ser la respuesta más honesta.

miércoles, 8 de enero de 2025

La larga noche chavista y su impacto en Bolivia

 

El chavismo, engendrado por la gerontocracia cubana e implementado por Hugo Chávez, perpetuado por Nicolás Maduro, es a todas luces uno de los capítulos más oscuros en la historia de América Latina. En menos de dos décadas, Venezuela pasó de ser una de las economías más pujantes a un país sumido en la miseria, con hiperinflación, pobreza y violencia dantesca, generando un éxodo de proporciones bíblicas. La influencia del chavismo, sostenida por el robo de billones a los venezolanos y el impulso corruptor y avasallador de Chávez en persona   se extendió a gran parte de los países de América Latina en diferentes modalidades, llegando en algunos casos como el de Nicaragua y Bolivia a convertirse en una verdadera colonización ideológica y fáctica, replicándose con consecuencias devastadoras

Bajo Chávez, Venezuela adoptó un modelo económico basado en la nacionalización de empresas y el control estatal de sectores estratégicos como el petróleo. Con Maduro la economía colapsó definitivamente. Según el Banco Mundial, entre 2014 y 2021, el Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela cayó un 75%, convirtiéndose en una de las peores crisis económicas no causada por guerra en la historia moderna.

En 2018, el FMI estimó que la hiperinflación anual superó el 1.000.000%, destruyendo el poder adquisitivo de todos. Para 2023, el salario mínimo mensual equivalía a menos de $10, sumiendo al 94,5% de la población en la pobreza. El manejo corrupto de PDVSA, la principal empresa estatal, resume la debacle. Durante el gobierno de Maduro, la producción de petróleo cayó de más de 2,5 millones de barriles diarios en 2013 a menos de 700.000 barriles en 2021.

Así mismo se consolidó un régimen autoritario, cruel y sanguinario. Como Chávez, Maduro cerró medios de comunicación críticos, encarceló a opositores y reprimió protestas populares. Entre 2014 y 2020, se registraron más de 18.000 ejecuciones extrajudiciales e infinidad de casos de tortura  atribuidas a las fuerzas de seguridad, según la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. En lo moral, el chavismo institucionalizó la corrupción, banalizo los nexos con el narcotráfico y las mafias internacionales. Transparencia Internacional ubicó a Venezuela en 2022 como el país más corrupto de América Latina.

 Evo Morales tuvo en el chavismo el sustrato retorico e ingentes cantidades de apoyo logístico y económico para replicar en Bolivia las políticas económicas y estrategias políticas que llevaron a la ruina a Venezuela. Desde 2006, Morales adoptó un modelo basado en la nacionalización de recursos naturales, control estatal y gasto público desmesurado.

Aunque la economía boliviana inicialmente creció gracias al auge de los precios del gas y los minerales, el populismo económico y moral de Morales devastó las instituciones del país y quebró los soportes éticos de la sociedad.  La bonanza fue despilfarrada, y cuando los precios de las materias primas cayeron, el “modelo” se desmorono. El déficit fiscal de Bolivia alcanzó el 9,7% del PIB en 2024, la inflación supera los dos dígitos después de décadas, y la deuda externa creció  de $2.208 millones en 2006 a más de $14.000 millones en 2023. Bolivia tiene la 3 era deuda pública más alta del mundo en relación al PIB, y en la práctica es el país ha entrado en la insolvencia financiera.

En lo político, Morales copió el modelo autoritario chavista. Modificó la Constitución para perpetuarse en el poder, desobedeció un referéndum de 2016 en el que los bolivianos rechazamos su reelección judicializó la política. Al igual que en Venezuela, el gobierno boliviano fue acusado de corrupción, nepotismo, y vínculos directos con el narcotráfico. La influencia del chavismo también contribuyó a la polarización de la sociedad boliviana. Morales consolidó una narrativa de división, confrontación y odio similar a la de Chávez. El impacto de las políticas chavistas en Bolivia y Venezuela no solo ha sido devastador para ambos países, sino que también ha afectado a la región. generado presiones en los sistemas económicos y sociales de países vecinos.

En este contexto, Venezuela enfrenta un momento crucial este 10 de enero. Edmundo González, tras vencer en las elecciones nacionales representa una oportunidad única. para romper con el legado chavista. Su triunfo electoral estuvo marcado por una participación masiva y la derrota contundente del oficialismo. Sin embargo, su posesión, programada para el 10 de enero, está en riesgo debido a maniobras judiciales y políticas por parte del régimen  que no ha dudado en matar, secuestrar y movilizar terroristas y paramilitares para evitar la posesión del nuevo presidente. Si logra asumir el cargo, González habrá dado un paso gigantesco para el renacimiento económico y democrático no solo de Venezuela sino también de Bolivia y América Latina. Que Dios lo acompañe a el y al pueblo venezolano.

martes, 31 de diciembre de 2024

El Apocalipsis plurinacional

 

Bolivia, ese laboratorio de sueños fallidos, se enfrenta al año 2025 a una agenda digna de una tragedia griega. Después de  casi dos décadas de gestión del Movimiento al Socialismo (MAS), el país está al borde del colapso, pero, tranquilos, todo esto era parte del plan… ¿o no? El deliberado objetivo de cubanizar la nación, objetivo que el Che Guevara soñó, aunque no pudo siquiera empezar a empezar. Veamos qué podríamos asumir nos espera en lo económico, social, político y cultural, mientras intentamos no reír (o llorar).

Tras veinte años de discursos sobre el “modelo económico social comunitario productivo”, el panorama es brillante… para los yatiris que auguran desgracias. El boom de los recursos naturales, que alguna vez llenó las arcas estatales, se evaporó como una promesa electoral, se a dinamitado la perspectiva hidrocarburífera, vandalizado la minería y manoseado tanto el litio que nadie quiere nada con nosotros. Todo esto ha generado la escasez de dólares de diésel y gasolina, lo único que abunda es la coca y la cocaína.  ¿Inversión extranjera? ¡Por favor! Aquí espantamos a los inversores con leyes cambiantes y discursos incendiarios. En 2025, la deuda pública y un déficit fiscal que lleva 11 años será nuestro mejor legado, un hermoso obsequio para futuras generaciones que tendrán que pagarla con sangre, sudor y hojas de coca.

En lo social, Bolivia ha alcanzado un logro inigualable: la fragmentación absoluta a nivel sub atómico social y político. Gracias al MAS, el país es un mosaico de conflictos étnicos, regionales y sociales. Mientras unos celebran el “Estado Plurinacional”, otros luchan por no ser olvidados en la maraña de identidades creadas a conveniencia, los odios entre oriente y occidente, la fomentada lucha de clases, el incentivo del odio racial, las estériles políticas de género,  y hasta la estimulación de las contradicciones entre jóvenes y viejos, entre padres e hijos. ¿Un sistema educativo que unifique? No, mejor sigamos adoctrinando con mitos y leyendas sobre héroes cubanos y venezolanos y dejando que no se evalúe ni comparen los resultados de nuestros estudiantes con los de otros países.

En 2025, el MAS probablemente seguirá buscando formas creativas de mantenerse en el poder. Porque, claro, un país gobernado por los mismos líderes durante dos décadas siempre es sinónimo de frescura e innovación. La corrupción, omnipresente y descarada, se ha convertido en un arte nacional, mientras la oposición brilla por su ausencia y su falta de coraje y creatividad, con algunas notables excepciones, enfrascada en discusiones bizantinas sobre candidaturas mientras toda la estructura del fraude ha sido no solo mantenida, sino reforzada.

Culturalmente, Bolivia ha pasado de exaltar lo ancestral a convertirlo en un producto turístico de mala calidad. El discurso sobre la descolonización terminó siendo un pretexto para imponer una nueva lógica xenófoba y autoritaria, la creación de una nueva elite   en más aspectos que menos mucho peor que la anterior., En 2025, lo más plurinacional de nuestro país será la multiplicidad de excusas para justificar el desastre.

El legado del MAS es un país dividido, endeudado y exhausto. Pero no nos preocupemos, porque en Bolivia siempre hay espacio para otro discurso grandilocuente, otra “revolución democrática y cultural”, y otro intento de reinventar la pólvora a pesar de los fracasos.  

Por supuesto que las elecciones de 2025 se perfilan como una única e irrepetible oportunidad para implementar el fin del masismo. El éxito de esta empresa tiene poco que ver con la absurda discusión sobre un candidato único antes de la primera vuelta. Tiene que ver con por lo menos intentar desmontar el aparato del fraude trabajando para entre otras cosas lograr: Un Tribunal electoral imparcial, un padrón creíble, la aprobación de una ley sobre el usos y abuso de los recursos del estado en candidatos oficialistas y sobre y ante todo la construcción de un esquema de control electoral entre todos los actores políticos de la variopinta oposición. Solo así la luz tendrá la oportunidad de acabar con tanta oscuridad y destrucción.

¡Feliz 2025, plurinacionales!

jueves, 28 de noviembre de 2024

El Fin del Bonosol ?

 

El anuncio del gobierno de reducir el número de beneficiarios del Bono Dignidad —hijo putativo del Bonosol— ha generado preocupación entre la población de la tercera edad. Este beneficio universal, establecido para mejorar las condiciones de vida de los adultos mayores, representa un apoyo esencial en un país donde las políticas sociales hacia este sector han sido casi inexistentes.

El Bonosol, aprobado en 1996 durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y el MNR, fue concebido como un modelo de redistribución que vinculaba los ingresos de las empresas capitalizadas con el bienestar de los adultos mayores. Este programa sentó las bases para el Bono Dignidad, implementado por el MAS en 2007. Sin embargo, el mismo partido que lo reforzó ahora parece querer destruirlo, utilizando como excusa la disminución de recursos, aunque el verdadero problema es la mala gestión, el despilfarro de ingresos públicos y la desinversión en el sector hidrocarburífero.

En muchas partes del país, la realidad de los adultos mayores es desgarradora. Miles viven solos, abandonados por hijos que emigraron a las ciudades o al extranjero. Con problemas de salud y sin ingresos constantes, muchos enfrentan inviernos envueltos en harapos y sobreviven con una dieta básica, esperando el Bono Dignidad como su único ingreso. En Bolivia, más del 40% de los adultos mayores vive en situación de pobreza, y el bono de 350 bolivianos mensuales (aproximadamente 50 dólares) es muchas veces lo único que les separa del hambre. Además, solo el 27% de los adultos mayores cuenta con acceso a un seguro de salud.

El Bono Dignidad, creado mediante la Ley N· 3791 en 2007, se financia con recursos provenientes de las empresas capitalizadas y las regalías hidrocarburíferas. Ha sido un alivio significativo para los adultos mayores, que en su mayoría no tienen acceso a una jubilación digna ni a servicios sociales adecuados.

Casos como el de los mineros retirados reflejan esta situación crítica. Tras dedicar sus vidas a la minería, muchos sufren de silicosis y dependen de tanques de oxígeno alquilados. Sus pensiones, que en promedio no superan los 1.500 bolivianos mensuales, apenas alcanzan para cubrir medicamentos, y el Bono Dignidad representa una pequeña pero vital ayuda.

Esta situación se agrava bajo un gobierno que ha demostrado poca sensibilidad hacia las necesidades reales de la gente. El MAS ha priorizado proyectos macroeconómicos y programas populistas que no benefician a todos los sectores. Las reservas internacionales han caído a niveles críticos, pasando de 15.000 millones de dólares en 2014 a menos de 2.000 millones en 2024. Este despilfarro financiero deja al Estado sin capacidad para sostener programas sociales clave.

La tercera edad ha contribuido al desarrollo del país a lo largo de sus vidas y merece, al menos, un trato digno en su etapa de mayor vulnerabilidad. Reducir el alcance del bono no solo pone en riesgo su estabilidad económica, sino también sus vidas mismas.

Si el gobierno busca ahorrar en tiempos de crisis, el recorte no debe empezar con los más vulnerables. Es necesario reducir el tamaño de la burocracia estatal, que en Bolivia supera los 600.000 empleados, muchos de ellos designados por afinidad política. Además, los sueldos del presidente, ministros y altos funcionarios —que oscilan entre 15.000 y 25.000 bolivianos mensuales— deberían ser reducidos significativamente. Este ajuste no solo aliviaría las finanzas públicas, sino que demostraría un compromiso real con la austeridad y la equidad.

Hay que exigir una política pública seria y coherente que priorice a los adultos mayores. Esto implica proteger y ampliar el Bono Dignidad, pero también implementar reformas estructurales que aseguren su bienestar. Es necesario un enfoque más amplio que garantice derechos básicos para los adultos mayores, como sistemas de pensiones sostenibles, acceso gratuito a medicamentos y programas de apoyo social. Si el MAS no cumple con este mandato básico de justicia social, su discurso de inclusión y progreso se consolidará como una fachada vacía, sostenida por un gobierno que, cada vez más, se asemeja a una camarilla de delincuentes insensibles al sufrimiento ajeno.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Chapare, un reino de sangre y cocaina

 

Bolivia contempló una vez más horrorizada una tragedia que evidencia la podredumbre moral y social que ha arraigado en el corazón del Chapare, un territorio que, bajo la sombra de Evo Morales, ha mutado de cuna sindical a capital del narcotráfico y la barbarie. Cinco vidas apagadas, cinco historias truncadas por un crimen que no solo refleja el salvajismo de sus autores, sino el estado de impunidad y anomia en el que el cocalero ha sumido a esta región.

El secuestro y asesinato de Cristian Serna, Tadhashy Loroña, Trinidad Muñoz, Liza Loroña y Juan Carlos Román en Pucamayu, cerca de Villa Tunari, no son actos aislados de violencia; son el resultado directo de un sistema que se alimenta de la ilegalidad, la corrupción y la indiferencia estatal. Según las declaraciones de Ernesto Almaraz Chura, el principal acusado, la madrugada del 13 de noviembre tres de las víctimas llegaron al Chapare para intentar rescatar a Tadhashy, un joven atrapado en un conflicto con comunarios sobre el pago de unas armas encargadas por los bloqueadores. Lo que siguió fue un descenso al infierno: amarrados, encapuchados y juzgados fueron sometidos a un “tribunal” que decidió su destino sin piedad ni remordimiento.

Almaraz describe con psicopático detalle el orden de los asesinatos. Uno a uno, sacó a las víctimas del vehículo. Tadhashy fue el primero, ejecutado de un disparo. Luego, Juan Carlos, un militar jubilado, corrió la misma suerte. Las dos mujeres no tuvieron un destino distinto: un tiro a quemarropa terminó con sus vidas. Pero fue Cristian Serna quien sufrió el castigo más atroz. Intentó huir, pero fue encontrado entre platanales, obligado a arrodillarse en un agujero cavado a toda prisa y enterrado vivo. Su agonía quedó como testimonio del salvajismo que reina en una zona donde la justicia es dictada por el miedo y la cocaína. Eso si, declara el monstruo : el dinero qué llevaron las victimas para rescatar a Tadhasy “ está en manos de la comunidad “

Estas muertes y la bárbara crueldad son la consecuencia lógica de un sistema que Evo Morales ayudó a construir y fortalecer. El Chapare, donde el 94% de la producción de coca no pasa por mercados legales, es el epicentro del narcotráfico en Bolivia. Morales, lejos de combatir esta realidad, la institucionalizó y legitimó. Bajo su gobierno, la superficie de cultivo de coca legal se expandió a niveles históricos, apenas disfrazada de defensa cultural. Sin embargo, gran parte de esa coca no está destinada al acullico o a otras actividades licitas, sino a los laboratorios clandestinos que inundan de cocaína los mercados internacionales.

El Chapare es hoy un feudo donde la ley del Estado ha sido reemplazada por la de las mafias. Los comunarios, supuestos guardianes de una causa indígena y popular, se han convertido en los ejecutores de una violencia tan visceral como organizada. La región, que alguna vez fue el emblema del sindicalismo campesino, es ahora un lugar donde el narcotráfico campea y no solo controla la economía, sino también la vida y la muerte de quienes se atreven a desafiar su autoridad.

Evo Morales es, sin duda, el responsable de este caos. Durante su mandato, no solo expulsó a la DEA y debilitó las instituciones anti narcotráfico, sino que también consolidó una cultura de impunidad que ha permeado todos los niveles de la sociedad. Bajo su egida, el Chapare dejó de ser un territorio boliviano para convertirse en una república independiente de la cocaína, donde las armas, las venganzas y la barbarie son moneda corriente.

La inmoralidad de Morales no tiene límites. Mientras los cadáveres de estas cinco personas eran sepultados en fosas comunes y sus restos quemados, el líder cocalero continuaba proclamándose defensor del pueblo. Pero, ¿qué pueblo defiende? ¿El que siembra coca para los narcos? ¿El que entierra vivo a un hombre sin juicio ni ley? Morales y su legado representan la peor traición a Bolivia: una nación que alguna vez soñó con justicia y progreso, pero que ahora se ve atrapada en una espiral de corrupción, narcotráfico y violencia.

Es hora de mirar de frente esta realidad, agarrar el demonio por las astas  y exigir un cambio radical. Bolivia merece un futuro donde la legalidad no sea un concepto vacío, donde las vidas no sean sacrificadas en nombre de una economía del crimen. Pero ese futuro solo será posible si se desmantela el sistema que Morales dejó atrás, un sistema que no solo permitió el narcotráfico, sino que lo convirtió en el motor de una región y la síntesis de una era de decadencia y sangre.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

El problema no es la unidad, es el liderazgo

 

La política no es una suma aritmética. La idea de un candidato “único” asume que los votos de otros candidatos se transferirán automáticamente a este. Sin embargo, en la política no funciona así: cada persona vota según sus propias razones y convicciones. Si el candidato no convence, su condición de “único” no abastecerá, no votaran por él, y en otros casos, los masistas desencantados, por ejemplo, podrían no dar el paso si ven que lo único que une a los que propusieron al “único” es su antimasismo.

Los intentos de unidad en México y Venezuela fueron exitosos a nivel de la formulación, pero un fracaso a nivel del resultado final. En Venezuela, María Corina Machado no pudo ser candidata y el elegido por ella esta hoy en el exilio, aunque podría ser que el triunfo de Donald Trump y el nombramiento de Marco Rubio como secretario de estado cambie las cosas.  En México la unidad opositora distrajo la contienda a tal punto que recién hoy se empiezan a dar cuenta de la magnitud del fraude que les hicieron.

Al revés, los casos de Argentina, Paraguay y Ecuador evidencia que no es necesario un candidato artificialmente “único” si el candidato es verdaderamente único y genuino en su personalidad y propuestas. Ni Javier Milei ni Daniel Noboa ni Santiago Peña invitaron a que los otros opositores se plegaran, los derrotaron en 1era vuelta por la claridad de sus convicciones e ideas.

La imposición de un solo candidato elimina la diversidad ideológica y el debate interno a nivel de la sociedad, los medios y de cada partido. Al concentrar la representación en una sola persona, las demás posturas se ven relegadas, y el debate sobre temas fundamentales como la economía y la institucionalidad queda subordinado a la agenda de un solo actor.

Por último está el complicadísimo y existencial problema de determinar quienes tienen derecho a participar en el proceso de escogencia del candidato único y si algunos por funcionales al MAS deben ser excluidos. Dependiendo donde se coloque la vara para discriminar entre unos y otros se puede d conformar una coalición cuyo candidato único sea de los mas funcionales e inútiles. Es asi como por ejemplo e La Paz acabó eligiendo como Alcalde a Iván Arias Duran.

En lugar de un candidato único, se debería permitir que el proceso democrático se desarrolle en dos vueltas, donde los ciudadanos decidan quién representa mejor sus intereses. La unidad, si ha de lograrse, debe ser una decisión de la ciudadanía, no de un pequeño grupo de candidatos, y la ciudadanía siempre escogerá el liderazgo.

El único argumento en contra de lo que precede es que el MAS podría obtener 40 % de los votos en 1 era vuelta algo que desde el punto de vista lógico y refrendado por las encuestas es absolutamente imposible sin un fraude grosero al estilo de Maduro. El principal objetivo opositor pasa entonces no por elegir a un Dios del olimpo “único” sino por evitar el fraude para lo cual existen tres condiciones esenciales y una absolutamente imprescindible.

Para asegurar un proceso justo, es crucial: Un Tribunal Supremo Electoral imparcial, Un padrón electoral nuevo y confiable y una ley que asegure el control sobre la propaganda estatal que beneficia al oficialismo.

Si se logra un escenario electoral justo, los partidos de oposición deben coordinar para defender el voto en las mesas electorales. Esto implica contar con delegados capacitados de todos los candidatos opositores en cada una de las 30 000 mesas, trabajando en equipo y solidariamente para garantizar la transparencia del proceso. La unidad aquí debe ser en defensa del voto, la condición sine qua non para lograr librar a Bolivia de la oscuridad masista.

martes, 5 de noviembre de 2024

Un 21060 de la etica

 

Las casi dos décadas de la trágica experiencia del Movimiento al Socialismo han impuesto una necesidad ineludible en Bolivia: debemos emprender un proceso profundo de purificación que redima la mediocridad exaltada, la moralidad mezquina y la bajeza que se han instalado como normas de nuestra vida pública. Necesitamos hoy una genuina revolución: un renacimiento ético tan decisivo como lo fue el Decreto 21060 en términos económicos y financieros. Esta tarea es ardua, pues el deterioro moral no solo ha desgastado la capa superficial de nuestra sociedad, sino que ha corroído sus estratos más profundos, afectando a todas las regiones, las clases sociales, todas las edades y todo ámbito público.

El MAS ha consolidado la creencia de que la ley es un adorno conceptual, algo a respetarse solo cuando conviene. Han creado, además, una burocracia monstruosa y reglamentaria, una telaraña en la que la normativa carece de espíritu ético, de fundamento moral o, incluso peor, de sentido práctico, hecha solo para cobrar y perjudicar

 En esta Bolivia convertida en parodia, lo esencial ya no es el conocimiento, sino el “papelito” que lo pruebe. No importa si alguien está enfermo o moribundo; lo esencial es la fotocopia que certifica la vacuna para poder ingresar a un hospital. No importa si alguien es culpable o inocente; lo que cuenta es que haya cumplido con los trámites burocráticos, cargados de una miseria ética que empequeñece el espíritu. En esta estructura sin alma, se sacrifica el mérito y se apadrina la mediocridad en nombre de la paridad de género o, simplemente, por la bendición de quienes detentan el poder político.

Este deterioro ha alcanzado tal magnitud que se defendió, sin rubor, que la reelección indefinida era un “derecho humano”, solo porque unos adefesios de tribunos así lo sostuvieron, una aberración que hiere la dignidad de todas las verdaderas víctimas de violaciones de derechos humanos y contamina las funciones más sagradas del Estado.

Una revolución ética y moral debe comenzar estableciendo, con fuerza y claridad, que una sociedad civilizada no puede sobrevivir sin valores. No hay salvación fuera de ellos, aunque sea que los comportamientos los asuman inicialmente con hipocresía y que la educación y la coerción los transformen luego en costumbres. Se puede concebir no enseñarles a los niños la disciplina, honradez y la decencia, la necesidad de no faltar a la verdad, ¿la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal? ¿Es posible hacer empresa, educar, sanar, competir o definir políticas públicas sin valores?

Hoy nuestra democracia se ha convertido en un cascarón vacío, carente de contenido, pues ha sido despojada de principios básicos como la división de poderes, un mínimo de buena fe, el respeto por el otro y el mínimo sentido genuinamente democrático. Esta erosión no puede ser ignorada pues aceptarla es renunciar a valores y principios.

En la historia universal encontramos episodios en los que la voluntad política logró desencadenar revoluciones éticas y morales con efectos duraderos para sus pueblos y para la humanidad. Desde la Revolución Francesa, cuyos ideales de libertad, igualdad y fraternidad sentaron una base ética para la política occidental, hasta el movimiento abolicionista que confrontó la inmoralidad de la esclavitud y los derechos fundamentales de los seres humanos; pasando por el movimiento kemalista de Atatürk en Turquía, que refundó la república bajo ideales de secularidad, racionalidad y modernización. De manera comparable, la transición democrática en España, que impulsó una ética de reconciliación, el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos y la Revolución Meiji en Japón, que promovió el deber, el honor y el servicio a la nación, son ejemplos de que el cambio moral y ético colectivo. es posible.

Hoy, Bolivia necesita una transformación semejante, una enérgica revalorización de los principios y valores esenciales. Esta es una propuesta, un 21060 ético y moral, un renacimiento de la ética pública que restituya la dignidad y los valores de nuestra sociedad, convencidos de que solo con una base ética renovada podremos reconstruir la cohesión y el respeto que nuestra nación necesita para avanzar hacia el futuro. Las líneas de trabajo de un verdadero cambio del estado y de la sociedad a ese nivel son:  La generalización fundamentalista de la transparencia., la  educación y la concientización, un sistema sancionatorio, uno de estímulos y premios, la puesta en valor de la rendición de cuentas, de la fraternidad y la espiritualidad en libertad.

martes, 29 de octubre de 2024

El ocaso de Evo Morales

 

En 2006 a Bolivia se le ocurrió darle más poder que a nadie en la historia a un campesino semianalfabeto jefe de los productores de coca exclusivamente para cocaína.  Que podía salir mal ? 

Desesperado por un cambio, el país fue seducido por la imagen que Morales proyectaba: un supuesto defensor de los indígenas y los marginados. Sin embargo, Morales no habla una lengua indígena, y nunca se ha identificado con la cultura de quienes decía representar. Su victoria fue el resultado de un engaño masivo, una farsa construida para ganar poder sin ningún compromiso con los ideales de justicia y equidad que pregonaba.

La debacle política de Evo Morales Ayma no es solo una caída, sino una larga y humillante agonía que revela su ignorancia, carencia moral y falta de visión. Morales, quien no terminó la secundaria y admitió abiertamente su rechazo a la lectura, ha demostrado ser un hombre sin formación intelectual, sin respeto por el conocimiento. Amparado en el apoyo del castro-chavismo latinoamericano y europeo, pasó de ser un trompetista a la presidencia de Bolivia, manteniéndose en el poder solo a base de estrategias de manipulación y a la bonanza económica que ocurrió a pesar de el y en cuya cosecha fue el único participante.

Durante casi cuatro décadas, Morales ha sido el líder de los productores de coca del Chapare, cuyas plantaciones no tienen otro destino que la cocaína. Su poder sindical no se construyó con liderazgo, sino con extorsión, presión y tácticas violentas, las mismas que hoy usa para evitar enfrentar a la justicia. Nunca se casó y reconoció a algunos de sus hijos bajo presión, mostrando una total falta de responsabilidad. Es un hombre sin principios, guiado solo por su insaciable sed de poder.

La decadencia de Morales se hizo evidente en 2016, cuando, en un acto de desprecio por la democracia, ignoró el referéndum que rechazaba su reelección y afirmó que postularse era un “derecho humano”. Con un Tribunal Constitucional sumiso, conformado por jueces a su servicio, Morales demostró que el único “derecho” que le importaba era su permanencia en el poder. Su huida en 2019, tras un fraude electoral y su vergonzoso regreso en 2020, mostró su falta de dignidad y su incapacidad para aceptar que su tiempo había terminado.

Hoy, las denuncias por abuso sexual de menores lo rodean y lo acorralan. La Fiscalía de Tarija lo ha citado en un caso de pederastia, algo que era un secreto a voces en Bolivia. Pero en lugar de asumir responsabilidad, Morales se presenta como víctima de una supuesta persecución política. Este patético intento de evadir la justicia es la culminación de años de manipulación y abuso de poder, el reflejo de un hombre que nunca ha respetado la ley.

En lo económico, el supuesto “modelo” de Morales fue una ilusión. Basado en ingresos temporales de gas y minerales, el crecimiento económico se desplomó cuando los recursos se agotaron en 2015. Durante años, Morales disimuló la falta de desarrollo estructural con una fachada de estabilidad económica. Hoy Bolivia enfrenta una crisis, con un sistema productivo destruido, una autosuficiencia alimentaria desmoronada y una economía en ruinas. Perdió, despilfarró y se robó una oportunidad excepcional para sacar a Bolivia de la pobreza y el sub desarrollo, empleando el dinero que quedaba de la corrupción en un estado hipertrofiado, obras inservibles, veleidades de faraón y no reinvirtió nada del mana gasífero que heredó.

 

Morales termina su carrera como un personaje sin moral ni ética, aferrado a una imagen de poder que ya no le pertenece. Sin dignidad ni credibilidad, se ha convertido en un pandillero “asalta caminos” política y literalmente, dispuesto a bloquear carreteras, matar policías y causar dolor, incendiando todo con tal de evadir la justicia. Las acusaciones de abuso a menores podrían conllevar hasta 25 años de cárcel si se demuestra que las víctimas eran menores de 14 años, y aún así, Morales se cree una alternativa electoral, arrastrando a Bolivia al caos en su desesperación por el poder.

Su historia es un recordatorio doloroso de la ceguera de un electorado que, en 2006, pasó por alto su falta de formación, visión y principios. En lugar de un héroe, Bolivia encontró en Morales una estafa; en lugar de progreso, un desastre. Hoy, Bolivia enfrenta el desafío de reconstruir sus instituciones, economía y tejido social, tras el paso de un hombre que, lejos de representar un cambio positivo, simboliza una de las oportunidades más grandes que el país perdió. A tomar en cuenta cuando suenan los cantos de sirena del apoyo a precandidatos cuya juventud e inexperiencia es vista como grandes cualidades en desmedro de la experiencia y formación de liderazgos de temple. En política, como en la economía y en la vida, no haya ni magia ni magos, solo los que mienten y los que dicen la verdad.

lunes, 21 de octubre de 2024

Bolivia en la encrucijada : La crisis ética y moral bajo el regimen del MAS

 

Bolivia se encuentra hoy sumida en la más profunda decadencia moral y ética. Bajo el régimen del MAS de Evo Morales y sus secuaces, el país ha sido testigo de una escalada de corrupción, violencia, abusos sexuales y narcotráfico, que ha destruido los valores más básicos de nuestra sociedad. Lo que en su día fue una nación en busca de justicia y equidad, hoy se ha convertido en un escenario de impunidad, atropello, opresión, cinismo y muerte.

El propio Morales es ahora el símbolo de la corrupción. Desde hace años que se comenta sobre sus preferencias sexuales con menores de edad, un hecho que cualquier otra persona pagaría con la cárcel. Morales, sin embargo, ha gozado de impunidad, protegido por el aparato judicial que él mismo manipuló para sus intereses.

Este caso es solo la punta del iceberg de una corrupción que ha podrido las entrañas del Estado. Entre 2016 y 2023, más de 2,500 casos de violación y abuso sexual fueron registrados, y una gran parte de ellos quedaron impunes. La justicia en Bolivia es un fantasma, un aparato zombi corroído por el MAS, que prioriza la protección de los suyos antes que los derechos de las víctimas. ¿Dónde está la justicia para estas mujeres y niñas? ¿Dónde está la ética en una sociedad que permite que estos crímenes se multipliquen bajo la sombra de los poderosos?

Bolivia ha sido entregada en bandeja de plata a los cárteles del narcotráfico. En 2021, el excomandante de la Policía Nacional, Maximiliano Dávila, fue arrestado por sus vínculos con el narcotráfico internacional, el caso más sonado de una larguísima lista de autoridades vinculadas al narcotráfico, incluyendo militantes, dirigentes, concejales, diputados, senadores, viceministros, ministros y autoridades policiales y de justicia del MAS. La narcopolítica ha tomado el control del Estado, mientras los ciudadanos honestos viven con miedo.

La violencia contra las mujeres y los niños ha alcanzado niveles epidémicos. En 2023, más de 100 feminicidios sacudieron la nación, y la respuesta del gobierno ha sido poco más que discursos vacíos. El sistema judicial, completamente politizado y sumiso al MAS, no puede garantizar justicia para las mujeres que mueren a manos de una sociedad que las ignora.

Los niños tampoco han sido inmunes a esta ola de decadencia. En 2022, más de 4,000 casos de abuso infantil fueron registrados, la mayoría perpetrados por familiares cercanos. Pero en un país donde la impunidad reina y el gobierno se preocupa más por proteger a sus cómplices que por hacer cumplir la ley, estos crímenes han sido sistemáticamente ignorados.

El saqueo al Estado es otra marca indeleble de la gestión masista. Desde 2006 hasta 2024, varios casos de corrupción económica y saqueo al Estado marcaron la gestión.  Desde el “Fondo Indígena” hasta el “Evo cumple”, se desviaron millones de bolivianos destinados a proyectos sociales para comunidades indígenas entre 2010 y 2015, afectando a cientos de comunidades que nunca recibieron los beneficios prometidos sino sobreprecios, obras fantasmas y una gestión opaca de los recursos.

El desastre ecológico también ha sido una constante bajo la administración del MAS. Los incendios provocados que devastaron la Chiquitanía en 2019 y de nuevo en 2024 son una muestra más de la indiferencia criminal del gobierno. Más de cuatro millones de hectáreas de bosque fueron consumidas por el fuego, destruyendo la vida de comunidades indígenas y poniendo en peligro la biodiversidad del país. ¿Y qué hizo el gobierno? Nada. Los responsables quedaron impunes, mientras el gobierno continuaba con su agenda de expansión agrícola sin freno ni conciencia ambiental.

Bolivia no puede continuar en este estado de decadencia. Se necesita una revolución ética y moral que devuelva a la nación sus valores fundamentales. El primer paso es una reforma integral del sistema judicial, para que la justicia deje de ser una herramienta al servicio del poder y se convierta en lo que debería ser: un escudo para los más débiles y una espada contra los corruptos.

Es imperativo también que se implementen políticas reales de protección para las víctimas de violencia, que se depure a las fuerzas de seguridad de los elementos corruptos y que se tomen medidas drásticas contra el narcotráfico y la corrupción. Solo un compromiso firme con la justicia, la transparencia y el respeto por la dignidad humana podrá salvar a Bolivia de esta catástrofe.

El MAS, con Evo Morales a la cabeza, ha traicionado a su pueblo. Bolivia merece algo mejor. Necesitamos una nueva era de integridad y decencia, una era en la que el gobierno sirva al pueblo, y no se sirva de él.

martes, 8 de octubre de 2024

El mundo entero ha conocido lo que que era vox populi en Bolivia

 

El mundo entero ha conocido en los últimos días algo que era vox populi para los bolivianos, la afición del señor Evo Morales por las jovencitas, incluyendo en no pocos casos las menores de edad. Un secreto a voces dentro de las fronteras nacionales la noticia se volvió global así como las reacciones de censura y desaprobación, con obviamente excepciones como la del grupo de puebla que sin rubor ni vergüenza declaró que se trataba de un caso de “Lawfare” (guerra judicial políticamente motivada) a lo que el foro de Madrid respondió diciendo que el primero “avala delitos de pedofilia y trata y tráfico”

En Bolivia, el Código Penal establece que cualquier persona que tenga relaciones sexuales con un menor de 18 años, aprovechándose de una situación de superioridad o dependencia, comete el delito de “estupro”. Este delito está regulado en el artículo 309 del Código Penal boliviano y se considera un crimen en casos donde la persona mayor tiene una relación de poder o influencia sobre la menor, con penas de hasta 6 años de prisión. Adicionalmente, si se comprueba que la víctima era menor de 14 años, el acto se clasificaría como violación, un delito más grave con penas de hasta 20 años de prisión, según el artículo 308 del mismo código.

Morales no ha negado formalmente las acusaciones, después de todo el mismo expreso su deseo de retirarse al Chapare “con una quinceañera” y bromeó que cuando el “va a los pueblos, quedan todas las mujeres embarazadas y en sus barrigas dice Evo Cumple" entre muchas otras expresiones de machismo y humor mal entendido.

El acusado no puede desmentir las denuncias puesto que existen una infinidad de indicios, fotos, certificados de nacimiento, videos, hijos reconocidos y no reconocidos entre otras evidencias de su comportamiento, el de un hombre público que no se casó, reconoció a duras penas y luego de presiones políticas a algunos de sus hijos y a quien no se le conoce una relación estable con ninguna pareja.

Lejos de rechazar las acusaciones las huestes del ex mandatario amenazan con acabar con el gobierno en funciones si “tocan a Evo Morales” como lo hizo el ex ministro Juan Ramon Quintana en su momento sindicado de varios casos de asesinato y corrupción, igualmente impune hasta hoy, así como los productores de coca para cocaína del Chapare  que amenazan a militares y policías en caso de que se lo lleve ante la justicia.

Lo que ha generado igual polémica es la reacción de ciertos sectores de la prensa, cuando a pesar de la gravedad de las denuncias, algunos de ellos continuaron entrevistando a Morales sin cuestionarlo. En diversas entrevistas, Morales fue invitado como figura política clave, pero pocos periodistas mencionaron las acusaciones o indagaron sobre el tema. Esta falta de rigor ha sido ampliamente criticada tanto dentro como fuera de Bolivia, donde algunas organizaciones periodísticas han señalado que se está permitiendo la impunidad y una normalización de la supuesta conducta del exmandatario.

Para algunos, esto refleja una parcialidad hacia Morales, mientras que otros creen que los medios confeccionan sus agendas en base a la pauta de publicidad estatal o las presiones y extorsiones del oficialismo.. Esta respuesta de la prensa ha sido interpretada por muchos como una falta de compromiso con los derechos de las víctimas y una omisión de su responsabilidad de informar con objetividad.

El caso de Evo Morales permanece sin resolver y continúa siendo motivo de indignación pública, especialmente en el contexto de la legislación boliviana, que establece protecciones claras para los menores de edad. La falta de respuestas y de una cobertura crítica en ciertos medios ha dejado en evidencia una disonancia entre algunos sectores de la prensa y la demanda popular de justicia y transparencia.

lunes, 16 de septiembre de 2024

The Unlearned Lesson: Bolivia and the Forest Fires from 2018 to 2024

 

Bolivia, a country with unique biodiversity, faces recurring forest fires that devastate its territory, exacerbated by agricultural expansion, coca cultivation, illegal mining, and deforestation. Despite the severity of the fires in 2018, the ruling government has not adopted preventive measures or effective public policies to prevent the situation from recurring in 2024. The fires in 2018 were already devastating, both environmentally and economically, and the government’s inaction has allowed, and some say even encouraged, the situation to repeat itself six years later.

The main problem lies in the uncontrolled expansion of the agricultural frontier, driven by the cultivation of soy, coca, and extensive cattle ranching, which has been one of the main causes of deforestation. Despite criticism of the incendiary laws and decrees that facilitate the use of fire for agricultural activities, no actions have been taken to repeal them or to establish effective public policies to stop the destruction of forests.

The lack of resources and institutional coordination is evident. Firefighters and forest brigades are not adequately equipped or trained to deal with large-scale fires, resulting in an insufficient response to environmental emergencies. Additionally, climate change, with prolonged droughts and high temperatures, has increased the frequency and intensity of fires, although it cannot be used as an excuse for the government’s inaction.

A cultural aspect of this issue is the lack of foresight and planning, both in public policies and in daily life. In Bolivia, prevention is not ingrained, and the tendency is to make reactive decisions rather than proactive ones, leading to an inability to effectively manage crises. Improvisation has become a constant, and this is reflected in the management of natural resources and the inability to prevent disasters.

The lack of discipline is also a critical issue. Although environmental policies exist, their implementation is inconsistent and not enforced with the necessary rigor. The burning of lands and the use of protected areas continue without strict controls, reflecting a lack of commitment to legality and responsibility in public management. This short-term, extractive approach has led to the destruction of ecosystems, fueling the cycle of fires that Bolivia faces year after year.

The impact of these fires is not limited to the environment. The most vulnerable communities, which depend on natural resources for their livelihood, are the most affected. The loss of forests means the loss of livelihoods, leaving many people without access to food, medicine, or building materials. The State's lack of planning perpetuates poverty and marginalization of these sectors of the population.

Lastly, improvisation is not just a political problem but a cultural one. Instead of anticipating and planning, action is only taken when disaster has already struck. This reflects a worldview that does not value the importance of discipline and planning, which are fundamental elements for a sustainable society. While other countries in the region have begun to implement more effective policies to tackle climate change, Bolivia remains behind, trapped in a culture of delayed reaction.

To break this destructive cycle, Bolivia needs a profound change in its culture of foresight and planning. The government must adopt stricter public policies and ensure their implementation with discipline. Moreover, it is crucial to commit genuinely to environmental protection, promoting responsible management of natural resources and strengthening emergency response capacities.

Bolivia must leave behind improvisation and begin to plan seriously and sustainably to prevent forest fires from continuing to devastate the country. The lesson from 2018 and its repetition in 2024 can no longer be ignored; it is time to change course and build a culture of foresight, discipline, and responsibility to protect Bolivia’s future and its invaluable natural heritage.



viernes, 13 de septiembre de 2024

La lección no aprendida: Bolivia y los incendios forestales de 2018 a 2024

 


 

                                                                                                                          

Bolivia, un país con una biodiversidad única, enfrenta recurrentes incendios forestales que devastan su territorio, exacerbados por la expansión agrícola, el cultivo de coca, la minería ilegal y la deforestación. A pesar de la gravedad de los incendios ocurridos en 2018, el masismo en el gobierno no ha adoptado medidas preventivas o políticas públicas efectivas para evitar que se repita esta situación en 2024. Los incendios de 2018 ya fueron devastadores, tanto ambiental como económicamente, y la inacción del gobierno ha permitido, y algunos dicen que incentivado, que la situación se repita seis años después.

El problema principal radica en la expansión descontrolada de la frontera agrícola, impulsada por el cultivo de soya, coca y la ganadería extensiva, que ha sido una de las principales causas de la deforestación. A pesar de las críticas hacia las leyes y decretos incendiarios que facilitan el uso del fuego para actividades agropecuarias, no se han tomado acciones para derogarlas ni para establecer políticas públicas efectivas que detengan la destrucción de los bosques.

La falta de recursos y coordinación institucional es evidente. Los cuerpos de bomberos y brigadas forestales no están adecuadamente equipados ni entrenados para enfrentar incendios de gran magnitud, lo que ha resultado en una respuesta insuficiente ante las emergencias ambientales. Además, el cambio climático, con periodos prolongados de sequía y altas temperaturas, ha aumentado la frecuencia e intensidad de los incendios, aunque no puede ser utilizado como excusa para la inacción del gobierno.

Un aspecto cultural es la falta de previsión y planificación, tanto en las políticas públicas como en la vida cotidiana. En Bolivia, la prevención no está arraigada, y la tendencia es tomar decisiones reactivas en lugar de proactivas, lo que lleva a la incapacidad de manejar eficazmente las crisis. La improvisación se ha convertido en una constante, y esto se refleja en la gestión de los recursos naturales y la incapacidad para prevenir desastres .

La falta de disciplina también es un problema crítico. Aunque existen políticas ambientales, su implementación es inconsistente y no se aplican con el rigor necesario. La quema de tierras y el uso de áreas protegidas continúan sin controles estrictos, lo que refleja una falta de compromiso con la legalidad y la responsabilidad en la gestión pública. Este enfoque cortoplacista y extractivista ha llevado a la destrucción de los ecosistemas, alimentando el ciclo de incendios que Bolivia enfrenta año tras año.

El impacto de estos incendios no se limita solo al medio ambiente. Las comunidades más vulnerables, que dependen de los recursos naturales para su subsistencia, son las más afectadas. La pérdida de bosques significa la pérdida de medios de vida, dejando a muchas personas sin acceso a alimentos, medicinas o materiales de construcción. La falta de planificación por parte del Estado perpetúa la pobreza y la marginalización de estos sectores de la población.

Por último, la improvisación no es solo un problema político, sino cultural. En lugar de prever y planificar, se actúa solo cuando el desastre ya ha golpeado. Esto refleja una visión que no valora la importancia de la disciplina y la planificación, elementos fundamentales para una sociedad sostenible. Mientras otros países de la región han comenzado a implementar políticas más efectivas para enfrentar el cambio climático, Bolivia sigue rezagada, atrapada en una cultura de reacción tardía.

Para romper este ciclo destructivo, Bolivia necesita un cambio profundo en su cultura de previsión y planificación. El gobierno debe adoptar políticas públicas más estrictas y garantizar su implementación con disciplina. Además, es crucial que se asuma un compromiso real con la protección del medio ambiente, promoviendo una gestión responsable de los recursos naturales y fortaleciendo las capacidades de respuesta ante emergencias.

Bolivia debe dejar atrás la improvisación y comenzar a planificar de manera seria y sostenida para evitar que los incendios forestales continúen devastando el país. La lección de 2018 y su repetición en 2024  no puede seguir siendo ignorada; es hora de cambiar el rumbo y construir una cultura de previsión, disciplina y responsabilidad para proteger el futuro de Bolivia y su invaluable patrimonio natural.

martes, 3 de septiembre de 2024

¿Unidad que resta o división que suma ?

 

Los bolivianos somos afectos a buscar, y tener la impresión de encontrar, panaceas para todos nuestros problemas. Estamos convencidos que si linchamos a una presidente política e incluso físicamente, todo se solucionará. Para acabar con nuestro sub desarrollo, recuperar el mar era la solución. ¿No funcionan los partidos políticos ? ¡La bala de la plata son las agrupaciones ciudadanas! ¿ La economía  no satisface las expectativas? Los unos plantean estatizarlo todo y los otros privatizar hasta la presidencia. Que decir de las virtudes del federalismo para algunos. Gracias a él, si los escuchamos, tendremos un salto cuántico hacia la concreción de la perfección divina hecha organización política.

Algo comparable sucede con la idea de la unidad político electoral en primera vuelta. Para ganarle al MAS el único camino es la unidad, no importa con quienes, a qué precio, ni en qué condiciones. Lo UNICO que importa es que se concrete todo alrededor de una sola persona, cuyas virtudes y defectos son completamente irrelevantes si es que alguna encuesta o votación virtual  lo ha ubicado como quien encarne la unidad opositora.

Apenas se atreve hablar alguien de opciones consideradas "chicas" no le salta el MAS, lo hacen los `propios "opositores" diciendo que "como se atreve, que no tiene posibilidades, que hay que unirse etc.. Así, Jesucristo podría ser candidato, pero Satanás le ganaría porque "hay que unirse"… De todas las panaceas, el ideal de la unidad opositora antes de la primera vuelta es algo que todos los integrantes de las oposiciones, con no poca hipocresía, señalan ser su prioridad. Los unos agitan este objetivo por que creen que la dichosa unidad se realizara alrededor de ellos, y otros lo hacen por no salirse del área de confort que brinda la hipocresía políticamente correcta.

La unidad así entendida  parte del supuesto  de que en política dos mas dos son cuatro o hasta cinco cuando en realidad dos mas dos pueden sumar tres o menos. 

Como lo señala el periodista Raúl Peñaranda en un artículo bajo el título de “la innecesaria candidatura única de la oposición” el concentrar las fuerzas en una sola persona garantiza únicamente que esta sea el blanco fácil de las agresiones oficialistas como ocurrió con María Corina Machado y en ningún caso garantiza el triunfo puesto que implica eliminar todos los huevos para poner uno solo en la canasta, con su obvia vulnerabilidad, como también ocurrió en México.

Significa además marginar a indecisos y masistas arrepentidos en 1 era vuelta ya que estos se mostrarían escépticos de apoyar a un candidato cuyo único atributo seria su anti masismo.

En Bolivia una buena parte de la militancia y de los simpatizantes de partidos y candidatos se mueven en base a un cálculo utilitarista que básicamente se basa en las posibilidades de obtener un empleo, granjería o situación de privilegio con el ganador. Por otro lado, los que no obedecen a esta lógica y votan por razones de simpatía personal o afinidad ideológica pueden perfectamente encontrar indigesto o hasta imposible votar por quien esta en el otro extremo de lo que siempre defendieron, por mucha apariencia de antimasista que este tenga.

En ambos casos, la unidad en primera vuelta restará, no sumará, sobre todo si es impuesta, forzada y sin debate y competencia previa. Los unitaristas parten sin embargo de la base de que no importa que en ella cohabiten izquierdistas, derechistas, demócratas, o autoritarios corruptos u honrados liberales o socialistas, funcionales y genuinos, no importa que se crucen no solo ríos sino mares de sangre, diferencias y distancias, lo único que importa es que haya un solo candidato.

Esta pone paradójicamente la evaluación de las luces y sombras de los pre candidatos en segundo o tercer lugar. Lo único que cuenta es que haya un candidato no importa quien sea, sus convicciones o cuales sus antecedentes, valores o principios. Por lo tanto, no hay verdadero debate, como ya tenemos candidato único, que importan la economía, las propuestas, los temas, el liberalismo o el socialismo, lo único que importa es que ya tenemos un candidato. La confrontación de ideas o la evaluación de conocimientos pasa a ser secundaria, accesoria y hasta irrelevante.

La no aceptación de la unidad mecánica conlleva el enojo feroz e irracional de los unitaristas que descalifican con furia a quien se atreva a decir que no está de acuerdo con la unidad no debatida y desde antes de la primera vuelta.  Es en realidad, el argumento descalificatorio mas contundente contra un opositor, no importan sus antecedentes, calidad intrínseca como candidato o persona, al no dar su apoyo a la unidad eso lo convierte, mas que en un adversario, en un traidor.

No importa como en el caso de un ex presidente que muchos digan que es “el mejor candidato” pero al no apoyar la unidad sin condiciones queda fuera del proceso ipso facto, ni se evalúan sus propuestas o atributos. En 2019 el elegido de la “unidad” y su partido no hicieron ni control electoral, ni en rigor esfuerzo algún para seducir a sus potenciales aliados, despreciándolos. En realidad, algunos dirían que hicieron una campaña cómoda y que en el fondo no querían ganar. Sin embargo, las encuestas dicen que de nuevo va primero, a su vez este, sabedor de que esa situación le asegura supuestamente el apoyo de todos, ya no hace ningún esfuerzo.

La unidad fanatizada e impuesta da la idea de que en Bolivia el MAS nos quitó no solo todos nuestros recursos y nuestra democracia sino también nuestras identidades políticas e ideológicas, los recorridos colectivos e individuales que hacen a una identidad política, hasta nuestra personalidad, todo deben borrarse o pasar a ser accesorios, para apoyar a un solo candidato.

De esta forma la oposición queda realmente dividida, los nobles y buenos defensores de la unidad no importa alrededor de que sino solo de quien y los mezquinos y egoístas, individualistas y ciegos propugnadores de que, por lo menos en la 1 era vuelta cada uno diga lo que tiene que decir. Pero más allá de eso queda silenciada, reducida a ser parte de un adefesio en el que no hay lugar para las pasiones ni convicciones, los debates ni las propuestas, mas aun si el “elegido” como sucedió la ultima vez, en realidad no muestra intención  alguna de considerar a todos en forma proactiva y por lo tanto desmotiva a muchos de sus eventuales adherentes.

El escenario tiene entonces a un MAS dividido y a una oposición mucho mas que dividida, desmotivada, con una parte vaciada de su espíritu y razón de ser, como soldados desanimados que ignoran el sentido del combate, conminados a luchar siguiendo a quien no dice por dónde, con qué y hacia dónde quiere llegar.  

El único camino para construir un proceso de unidad y concertación opositora pasa por empezar no por “alrededor de quien” sino alrededor de “que” es decir el conjunto de propuestas ideas y visiones que encarna las diferentes personalidades deben necesariamente pasar por un debate en profundidad y una compulsa que excluya a las encuestas como proceso dirimidor.  Las selecciones finales de candidatos debieran hipotéticamente   realizarse en primarias cuyo problema central es quien las financiaría y como se garantizaría la imparcialidad y consistencia de quienes las administren.

Por último, hablar de unidad o de división sin asegurarse que se haya cambiado totalmente las posibilidades de reedición del fraude, que se cuente con un padrón confiable para todos y que el estado no sea del uso y abuso del partido oficialista es una tarea básica sin la cual todo participación unitaria o atomizada carece de sentido.

Es absolutamente inconcebible que dado el estado actual de la economía y la polarización de los 2 sectores masistas estos puedan alcanzar el 40 % de los votos sin fraude y manipulación. Queda por saber si la oposición priorizará la denuncia de ese estado de cosas o ira sumisa al fraude.

Lo propio con la no priorización de un control electoral real, organizado y financiado, una tarea de envergadura que necesariamente tiene que ser llevada cabo con la debida anticipación y logística, en forma concienzuda y seria, el ejemplo de Venezuela no necesita de mayores ahondamientos.

Si no se cumple este recorrido estratégico a lo único que iremos unidos es a un nuevo fraude electoral y al matadero político, no solo perdiendo la elección, sino también la dignidad.