El chavismo, engendrado por la
gerontocracia cubana e implementado por Hugo Chávez, perpetuado por Nicolás
Maduro, es a todas luces uno de los capítulos más oscuros en la historia de
América Latina. En menos de dos décadas, Venezuela pasó de ser una de las
economías más pujantes a un país sumido en la miseria, con hiperinflación,
pobreza y violencia dantesca, generando un éxodo de proporciones bíblicas. La
influencia del chavismo, sostenida por el robo de billones a los venezolanos y
el impulso corruptor y avasallador de Chávez en persona se extendió a gran parte de los países de
América Latina en diferentes modalidades, llegando en algunos casos como el de
Nicaragua y Bolivia a convertirse en una verdadera colonización ideológica y
fáctica, replicándose con consecuencias devastadoras
Bajo Chávez, Venezuela adoptó un
modelo económico basado en la nacionalización de empresas y el control estatal
de sectores estratégicos como el petróleo. Con Maduro la economía colapsó
definitivamente. Según el Banco Mundial, entre 2014 y 2021, el Producto Interno
Bruto (PIB) de Venezuela cayó un 75%, convirtiéndose en una de las peores
crisis económicas no causada por guerra en la historia moderna.
En 2018, el FMI estimó que la
hiperinflación anual superó el 1.000.000%, destruyendo el poder adquisitivo de todos.
Para 2023, el salario mínimo mensual equivalía a menos de $10, sumiendo al
94,5% de la población en la pobreza. El manejo corrupto de PDVSA, la principal
empresa estatal, resume la debacle. Durante el gobierno de Maduro, la
producción de petróleo cayó de más de 2,5 millones de barriles diarios en 2013
a menos de 700.000 barriles en 2021.
Así mismo se consolidó un régimen
autoritario, cruel y sanguinario. Como Chávez, Maduro cerró medios de
comunicación críticos, encarceló a opositores y reprimió protestas populares.
Entre 2014 y 2020, se registraron más de 18.000 ejecuciones extrajudiciales e
infinidad de casos de tortura atribuidas
a las fuerzas de seguridad, según la Alta Comisionada de la ONU para los
Derechos Humanos. En lo moral, el chavismo institucionalizó la corrupción,
banalizo los nexos con el narcotráfico y las mafias internacionales. Transparencia
Internacional ubicó a Venezuela en 2022 como el país más corrupto de América Latina.
Evo Morales tuvo en el chavismo el sustrato
retorico e ingentes cantidades de apoyo logístico y económico para replicar en
Bolivia las políticas económicas y estrategias políticas que llevaron a la
ruina a Venezuela. Desde 2006, Morales adoptó un modelo basado en la
nacionalización de recursos naturales, control estatal y gasto público
desmesurado.
Aunque la economía boliviana
inicialmente creció gracias al auge de los precios del gas y los minerales, el
populismo económico y moral de Morales devastó las instituciones del país y
quebró los soportes éticos de la sociedad. La bonanza fue despilfarrada, y cuando los
precios de las materias primas cayeron, el “modelo” se desmorono. El déficit
fiscal de Bolivia alcanzó el 9,7% del PIB en 2024, la inflación supera los dos dígitos
después de décadas, y la deuda externa creció de $2.208 millones en 2006 a más de $14.000
millones en 2023. Bolivia tiene la 3 era deuda pública más alta del mundo en
relación al PIB, y en la práctica es el país ha entrado en la insolvencia financiera.
En lo político, Morales copió el
modelo autoritario chavista. Modificó la Constitución para perpetuarse en el
poder, desobedeció un referéndum de 2016 en el que los bolivianos rechazamos su
reelección judicializó la política. Al igual que en Venezuela, el gobierno
boliviano fue acusado de corrupción, nepotismo, y vínculos directos con el narcotráfico.
La influencia del chavismo también contribuyó a la polarización de la sociedad
boliviana. Morales consolidó una narrativa de división, confrontación y odio
similar a la de Chávez. El impacto de las políticas chavistas en Bolivia y
Venezuela no solo ha sido devastador para ambos países, sino que también ha
afectado a la región. generado presiones en los sistemas económicos y sociales
de países vecinos.
En este contexto, Venezuela enfrenta
un momento crucial este 10 de enero. Edmundo González, tras vencer en las elecciones
nacionales representa una oportunidad única. para romper con el legado
chavista. Su triunfo electoral estuvo marcado por una participación masiva y la
derrota contundente del oficialismo. Sin embargo, su posesión, programada para
el 10 de enero, está en riesgo debido a maniobras judiciales y políticas por
parte del régimen que no ha dudado en matar,
secuestrar y movilizar terroristas y paramilitares para evitar la posesión del
nuevo presidente. Si logra asumir el cargo, González habrá dado un paso gigantesco
para el renacimiento económico y democrático no solo de Venezuela sino también de
Bolivia y América Latina. Que Dios lo acompañe a el y al pueblo venezolano.
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