Cuando en 1996 Plinio Apuleyo
Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa publicaron “El manual
del perfecto idiota latinoamericano” , presentaron un diagnóstico mordaz sobre
las élites políticas e intelectuales. Describieron su personaje como aquel que,
armado de un discurso populista, estatista y victimista, promovía políticas que
perpetuaban el subdesarrollo en lugar de resolverlo. A más de un cuarto de
siglo de su publicación, la realidad de América Latina sigue confirmando sus
tesis, y Bolivia es un claro ejemplo.
El texto denunciaba la obsesión
de la izquierda latinoamericana con el intervencionismo estatal, la
desconfianza en el mercado y la idea de que la burocracia puede reemplazar a la
iniciativa privada, a pesar de la inmensa cantidad de evidencia en contra de
los resultados de dicha perspectiva. Hoy, Gustavo Petro en Colombia, Nicolas Maduro
en Venezuela Lula da Silva en Brasil y Luis Arce en Bolivia insisten cual
mulas, en aumentar el control estatal sobre la economía.
El MAS ha seguido la misma receta
durante dos décadas. Con Evo Morales y
ahora con Arce, el país ha dependido de la explotación de recursos naturales
sin diversificarse. La nacionalización de los hidrocarburos en 2006 tuvo como
resultado final una brutal caída en la producción de gas y una falta absoluta de
inversión privada o pública, la primera por desconfianza, la segunda por
irresponsabilidad criminal. Bolivia enfrenta una crisis de reservas
internacionales y desabastecimiento de dólares y el gobierno insiste en la creación de empresas
públicas
Otra característica del “idiota
latinoamericano” es su afán por erosionar las instituciones democráticas en
nombre del “pueblo”. Daniel Ortega en Nicaragua ha convertido su país en una
dictadura sanguinaria, encarcelando opositores y persiguiendo a la Iglesia. En
Venezuela, Nicolás Maduro se ha aferrado al poder mediante fraudes electorales,
represión y tortura, destruyendo una de
las economías con mayor potencial en el mundo.
Evo Morales intentó perpetuarse
en el poder violando la Constitución y desconociendo el referéndum del 2016. Su
afán de poder derivó en el fraude de
2019, lo que llevó a su renuncia en medio de protestas masivas. Luis Arce, más
tecnocrático, ha seguido con la misma lógica de intervención al poder judicial y persecución a opositores.
El libro advertía sobre la
tendencia de estos líderes a culpar siempre a Estados Unidos, el
“neoliberalismo” o la “oligarquía” de sus propios fracasos. Hoy, el discurso de
Petro, Maduro y Evo Morales repite la misma retórica: todo problema interno es
causado por una conspiración extranjera. En Bolivia, el MAS ha hecho de la
victimización una estrategia política permanente acusando constantemente a la
“derecha golpista” y al “imperialismo” de sus propios errores de gestión. La
crisis económica actual es atribuida a factores externos, cuando en realidad es
consecuencia de años de políticas irresponsables, corrupción y falta de planificación.
Además, Morales ha insistido en que su salida del poder en 2019 fue un “golpe
de Estado”, ignorando las evidencias del fraude electoral y el descontento
popular.
Los autores también advertían
sobre el uso del término “pueblo” como un concepto manipulable, donde solo los
seguidores del régimen cuentan como ciudadanos legítimos. En Nicaragua, Ortega
ha criminalizado cualquier forma de oposición, mientras que en Venezuela,
Maduro divide a los venezolanos entre “revolucionarios” y “traidores”.
En Bolivia, el MAS ha polarizado
el país entre los “ hermanos” (sus seguidores) y los “vendepatrias” (sus
críticos). Han fomentado el enfrentamiento entre regiones, clases sociales,
edades, gremios y grupos indígenas. Evo Morales ha atacado constantemente a
Santa Cruz, el motor económico del país, presentándolo como el enemigo. Luis
Arce, aunque menos confrontacional, ha seguido la misma narrativa,
descalificando cualquier protesta o crítica como un intento de
“desestabilización”.
Si el manual del perfecto idiota
latinoamericano fue una advertencia, la actualidad de América Latina parece una
confirmación de sus predicciones. Los mismos errores que denunciaba—estatismo,
populismo, victimismo, clientelismo y autoritarismo—siguen marcando el rumbo de
la región. Bolivia, bajo el MAS, es un caso ejemplar de cómo estas ideas han
llevado a la degradación moral, económica, institucional y social. Mientras se continúen
aplicando las mismas recetas fracasadas, América Latina seguirá atrapada en el
círculo vicioso del subdesarrollo.
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