La política no es una suma
aritmética. La idea de un candidato “único” asume que los votos de otros
candidatos se transferirán automáticamente a este. Sin embargo, en la política
no funciona así: cada persona vota según sus propias razones y convicciones. Si
el candidato no convence, su condición de “único” no abastecerá, no votaran por
él, y en otros casos, los masistas desencantados, por ejemplo, podrían no dar
el paso si ven que lo único que une a los que propusieron al “único” es su
antimasismo.
Los intentos de unidad en México
y Venezuela fueron exitosos a nivel de la formulación, pero un fracaso a nivel
del resultado final. En Venezuela, María Corina Machado no pudo ser candidata y
el elegido por ella esta hoy en el exilio, aunque podría ser que el triunfo de Donald
Trump y el nombramiento de Marco Rubio como secretario de estado cambie las
cosas. En México la unidad opositora
distrajo la contienda a tal punto que recién hoy se empiezan a dar cuenta de la
magnitud del fraude que les hicieron.
Al revés, los casos de Argentina,
Paraguay y Ecuador evidencia que no es necesario un candidato artificialmente “único”
si el candidato es verdaderamente único y genuino en su personalidad y
propuestas. Ni Javier Milei ni Daniel Noboa ni Santiago Peña invitaron a que
los otros opositores se plegaran, los derrotaron en 1era vuelta por la claridad
de sus convicciones e ideas.
La imposición de un solo candidato
elimina la diversidad ideológica y el debate interno a nivel de la sociedad,
los medios y de cada partido. Al concentrar la representación en una sola
persona, las demás posturas se ven relegadas, y el debate sobre temas
fundamentales como la economía y la institucionalidad queda subordinado a la
agenda de un solo actor.
Por último está el complicadísimo
y existencial problema de determinar quienes tienen derecho a participar en el
proceso de escogencia del candidato único y si algunos por funcionales al MAS
deben ser excluidos. Dependiendo donde se coloque la vara para discriminar
entre unos y otros se puede d conformar una coalición cuyo candidato único sea
de los mas funcionales e inútiles. Es asi como por ejemplo e La Paz acabó
eligiendo como Alcalde a Iván Arias Duran.
En lugar de un candidato único,
se debería permitir que el proceso democrático se desarrolle en dos vueltas,
donde los ciudadanos decidan quién representa mejor sus intereses. La unidad,
si ha de lograrse, debe ser una decisión de la ciudadanía, no de un pequeño
grupo de candidatos, y la ciudadanía siempre escogerá el liderazgo.
El único argumento en contra de
lo que precede es que el MAS podría obtener 40 % de los votos en 1 era vuelta algo que desde el punto de vista lógico y
refrendado por las encuestas es absolutamente imposible sin un fraude grosero
al estilo de Maduro. El principal objetivo opositor pasa entonces no por elegir
a un Dios del olimpo “único” sino por evitar el fraude para lo cual existen
tres condiciones esenciales y una absolutamente imprescindible.
Para asegurar un proceso justo,
es crucial: Un Tribunal Supremo Electoral imparcial, Un padrón electoral nuevo
y confiable y una ley que asegure el control sobre la propaganda estatal que
beneficia al oficialismo.
Si se logra un escenario
electoral justo, los partidos de oposición deben coordinar para defender el
voto en las mesas electorales. Esto implica contar con delegados capacitados de
todos los candidatos opositores en cada una de las 30 000 mesas, trabajando en
equipo y solidariamente para garantizar la transparencia del proceso. La unidad
aquí debe ser en defensa del voto, la condición sine qua non para lograr librar
a Bolivia de la oscuridad masista.
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