El reciente caso de los tres policías linchados en Epizana, días después de ajusticiamientos similares en San Ignacio de Velasco, Yapacaní, y Arani, lo sucedido en Capinota donde un bloqueo retrasó el paso de una ambulancia con un anciano que falleció, y en Colomi donde un niño de 12 años murió quemado ante lo que ha sido reportado como la indiferencia de los bloqueadores, plantea serias interrogantes sobre la sicología individual y colectiva de quienes en la práctica administran hoy este tipo de ´justicia´, promueven bloqueos y medidas de presión incluso desde el Gobierno.
Son 48 los casos de linchamiento registrados en la prensa en los últimos dos años, en los que están involucrados cientos si no miles de personas, y que por su ferocidad a menudo premeditada no tienen parangón. Cabe preguntarse, asimismo, sobre la actitud de los responsables de algunos medios tele-
visivos que en muchos casos sin advertencia transmiten las bestiales imágenes sin tamices, así como sobre quienes guardan silencio cuando se intenta investigar, y los que, fungiendo como autoridades, no perseveran en aplicar sanciones, mucho menos en siquiera intentar esbozar una política pública para frenar estos desmanes. El Ministro de Gobierno perora matiné tanda y noche sobre categorías
politiqueras y promueve activamente acciones de presión, con lo que tiempo e interés para ocuparse de estas desgracias manifiestamente no le debe quedar.
Los etno populistas tienen una sola aparente prioridad: aclarar que estos casos no entrarían en la categoría de ´justicia comunitaria´. Hecho el autoengañoso descargo, ¡que sigan los actos de barbarie! Debatir si estos crímenes, que ocurren predominantemente en comunidades rurales del occidente y en El Alto, entran plenamente dentro de esa difusa categoría de ´justicia´, estaría, a efectos de nuestra responsabilidad moral colectiva, siendo un aspecto secundario. Lo humano sería definir estrategias para que estos hechos sean evitados con toda la fuerza de la que una sociedad es capaz, ya que ni las falencias de la justicia ordinaria, ni los eventuales crímenes de los sospechosos, justifican estas bestialidades. El hecho de que las últimas víctimas hayan sido policías, así como la forma bárbara con la que fueron atormentados, arrojados de un segundo piso y sopados en agua hirviendo, haría pensar que en este caso existirían motivos para una investigación en serio.
Difícil esperarlo, sin embargo, si quienes hoy gobiernan hicieron de no dejar pasar ambulancias en los bloqueos la medida de su heroísmo, definen la democracia como el acto de mandar turbas a cercar al Congreso de la nación, haciéndolas anunciar solemnemente por el Ministro de Gobierno en persona, y han hecho del bloqueo irracional y del linchamiento físico, jurídico, y político, la base de su estrategia de poder.
Son 48 los casos de linchamiento registrados en la prensa en los últimos dos años, en los que están involucrados cientos si no miles de personas, y que por su ferocidad a menudo premeditada no tienen parangón. Cabe preguntarse, asimismo, sobre la actitud de los responsables de algunos medios tele-
visivos que en muchos casos sin advertencia transmiten las bestiales imágenes sin tamices, así como sobre quienes guardan silencio cuando se intenta investigar, y los que, fungiendo como autoridades, no perseveran en aplicar sanciones, mucho menos en siquiera intentar esbozar una política pública para frenar estos desmanes. El Ministro de Gobierno perora matiné tanda y noche sobre categorías
politiqueras y promueve activamente acciones de presión, con lo que tiempo e interés para ocuparse de estas desgracias manifiestamente no le debe quedar.
Los etno populistas tienen una sola aparente prioridad: aclarar que estos casos no entrarían en la categoría de ´justicia comunitaria´. Hecho el autoengañoso descargo, ¡que sigan los actos de barbarie! Debatir si estos crímenes, que ocurren predominantemente en comunidades rurales del occidente y en El Alto, entran plenamente dentro de esa difusa categoría de ´justicia´, estaría, a efectos de nuestra responsabilidad moral colectiva, siendo un aspecto secundario. Lo humano sería definir estrategias para que estos hechos sean evitados con toda la fuerza de la que una sociedad es capaz, ya que ni las falencias de la justicia ordinaria, ni los eventuales crímenes de los sospechosos, justifican estas bestialidades. El hecho de que las últimas víctimas hayan sido policías, así como la forma bárbara con la que fueron atormentados, arrojados de un segundo piso y sopados en agua hirviendo, haría pensar que en este caso existirían motivos para una investigación en serio.
Difícil esperarlo, sin embargo, si quienes hoy gobiernan hicieron de no dejar pasar ambulancias en los bloqueos la medida de su heroísmo, definen la democracia como el acto de mandar turbas a cercar al Congreso de la nación, haciéndolas anunciar solemnemente por el Ministro de Gobierno en persona, y han hecho del bloqueo irracional y del linchamiento físico, jurídico, y político, la base de su estrategia de poder.
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