lunes, 16 de septiembre de 2024

The Unlearned Lesson: Bolivia and the Forest Fires from 2018 to 2024

 

Bolivia, a country with unique biodiversity, faces recurring forest fires that devastate its territory, exacerbated by agricultural expansion, coca cultivation, illegal mining, and deforestation. Despite the severity of the fires in 2018, the ruling government has not adopted preventive measures or effective public policies to prevent the situation from recurring in 2024. The fires in 2018 were already devastating, both environmentally and economically, and the government’s inaction has allowed, and some say even encouraged, the situation to repeat itself six years later.

The main problem lies in the uncontrolled expansion of the agricultural frontier, driven by the cultivation of soy, coca, and extensive cattle ranching, which has been one of the main causes of deforestation. Despite criticism of the incendiary laws and decrees that facilitate the use of fire for agricultural activities, no actions have been taken to repeal them or to establish effective public policies to stop the destruction of forests.

The lack of resources and institutional coordination is evident. Firefighters and forest brigades are not adequately equipped or trained to deal with large-scale fires, resulting in an insufficient response to environmental emergencies. Additionally, climate change, with prolonged droughts and high temperatures, has increased the frequency and intensity of fires, although it cannot be used as an excuse for the government’s inaction.

A cultural aspect of this issue is the lack of foresight and planning, both in public policies and in daily life. In Bolivia, prevention is not ingrained, and the tendency is to make reactive decisions rather than proactive ones, leading to an inability to effectively manage crises. Improvisation has become a constant, and this is reflected in the management of natural resources and the inability to prevent disasters.

The lack of discipline is also a critical issue. Although environmental policies exist, their implementation is inconsistent and not enforced with the necessary rigor. The burning of lands and the use of protected areas continue without strict controls, reflecting a lack of commitment to legality and responsibility in public management. This short-term, extractive approach has led to the destruction of ecosystems, fueling the cycle of fires that Bolivia faces year after year.

The impact of these fires is not limited to the environment. The most vulnerable communities, which depend on natural resources for their livelihood, are the most affected. The loss of forests means the loss of livelihoods, leaving many people without access to food, medicine, or building materials. The State's lack of planning perpetuates poverty and marginalization of these sectors of the population.

Lastly, improvisation is not just a political problem but a cultural one. Instead of anticipating and planning, action is only taken when disaster has already struck. This reflects a worldview that does not value the importance of discipline and planning, which are fundamental elements for a sustainable society. While other countries in the region have begun to implement more effective policies to tackle climate change, Bolivia remains behind, trapped in a culture of delayed reaction.

To break this destructive cycle, Bolivia needs a profound change in its culture of foresight and planning. The government must adopt stricter public policies and ensure their implementation with discipline. Moreover, it is crucial to commit genuinely to environmental protection, promoting responsible management of natural resources and strengthening emergency response capacities.

Bolivia must leave behind improvisation and begin to plan seriously and sustainably to prevent forest fires from continuing to devastate the country. The lesson from 2018 and its repetition in 2024 can no longer be ignored; it is time to change course and build a culture of foresight, discipline, and responsibility to protect Bolivia’s future and its invaluable natural heritage.



viernes, 13 de septiembre de 2024

La lección no aprendida: Bolivia y los incendios forestales de 2018 a 2024

 


 

                                                                                                                          

Bolivia, un país con una biodiversidad única, enfrenta recurrentes incendios forestales que devastan su territorio, exacerbados por la expansión agrícola, el cultivo de coca, la minería ilegal y la deforestación. A pesar de la gravedad de los incendios ocurridos en 2018, el masismo en el gobierno no ha adoptado medidas preventivas o políticas públicas efectivas para evitar que se repita esta situación en 2024. Los incendios de 2018 ya fueron devastadores, tanto ambiental como económicamente, y la inacción del gobierno ha permitido, y algunos dicen que incentivado, que la situación se repita seis años después.

El problema principal radica en la expansión descontrolada de la frontera agrícola, impulsada por el cultivo de soya, coca y la ganadería extensiva, que ha sido una de las principales causas de la deforestación. A pesar de las críticas hacia las leyes y decretos incendiarios que facilitan el uso del fuego para actividades agropecuarias, no se han tomado acciones para derogarlas ni para establecer políticas públicas efectivas que detengan la destrucción de los bosques.

La falta de recursos y coordinación institucional es evidente. Los cuerpos de bomberos y brigadas forestales no están adecuadamente equipados ni entrenados para enfrentar incendios de gran magnitud, lo que ha resultado en una respuesta insuficiente ante las emergencias ambientales. Además, el cambio climático, con periodos prolongados de sequía y altas temperaturas, ha aumentado la frecuencia e intensidad de los incendios, aunque no puede ser utilizado como excusa para la inacción del gobierno.

Un aspecto cultural es la falta de previsión y planificación, tanto en las políticas públicas como en la vida cotidiana. En Bolivia, la prevención no está arraigada, y la tendencia es tomar decisiones reactivas en lugar de proactivas, lo que lleva a la incapacidad de manejar eficazmente las crisis. La improvisación se ha convertido en una constante, y esto se refleja en la gestión de los recursos naturales y la incapacidad para prevenir desastres .

La falta de disciplina también es un problema crítico. Aunque existen políticas ambientales, su implementación es inconsistente y no se aplican con el rigor necesario. La quema de tierras y el uso de áreas protegidas continúan sin controles estrictos, lo que refleja una falta de compromiso con la legalidad y la responsabilidad en la gestión pública. Este enfoque cortoplacista y extractivista ha llevado a la destrucción de los ecosistemas, alimentando el ciclo de incendios que Bolivia enfrenta año tras año.

El impacto de estos incendios no se limita solo al medio ambiente. Las comunidades más vulnerables, que dependen de los recursos naturales para su subsistencia, son las más afectadas. La pérdida de bosques significa la pérdida de medios de vida, dejando a muchas personas sin acceso a alimentos, medicinas o materiales de construcción. La falta de planificación por parte del Estado perpetúa la pobreza y la marginalización de estos sectores de la población.

Por último, la improvisación no es solo un problema político, sino cultural. En lugar de prever y planificar, se actúa solo cuando el desastre ya ha golpeado. Esto refleja una visión que no valora la importancia de la disciplina y la planificación, elementos fundamentales para una sociedad sostenible. Mientras otros países de la región han comenzado a implementar políticas más efectivas para enfrentar el cambio climático, Bolivia sigue rezagada, atrapada en una cultura de reacción tardía.

Para romper este ciclo destructivo, Bolivia necesita un cambio profundo en su cultura de previsión y planificación. El gobierno debe adoptar políticas públicas más estrictas y garantizar su implementación con disciplina. Además, es crucial que se asuma un compromiso real con la protección del medio ambiente, promoviendo una gestión responsable de los recursos naturales y fortaleciendo las capacidades de respuesta ante emergencias.

Bolivia debe dejar atrás la improvisación y comenzar a planificar de manera seria y sostenida para evitar que los incendios forestales continúen devastando el país. La lección de 2018 y su repetición en 2024  no puede seguir siendo ignorada; es hora de cambiar el rumbo y construir una cultura de previsión, disciplina y responsabilidad para proteger el futuro de Bolivia y su invaluable patrimonio natural.

martes, 3 de septiembre de 2024

¿Unidad que resta o división que suma ?

 

Los bolivianos somos afectos a buscar, y tener la impresión de encontrar, panaceas para todos nuestros problemas. Estamos convencidos que si linchamos a una presidente política e incluso físicamente, todo se solucionará. Para acabar con nuestro sub desarrollo, recuperar el mar era la solución. ¿No funcionan los partidos políticos ? ¡La bala de la plata son las agrupaciones ciudadanas! ¿ La economía  no satisface las expectativas? Los unos plantean estatizarlo todo y los otros privatizar hasta la presidencia. Que decir de las virtudes del federalismo para algunos. Gracias a él, si los escuchamos, tendremos un salto cuántico hacia la concreción de la perfección divina hecha organización política.

Algo comparable sucede con la idea de la unidad político electoral en primera vuelta. Para ganarle al MAS el único camino es la unidad, no importa con quienes, a qué precio, ni en qué condiciones. Lo UNICO que importa es que se concrete todo alrededor de una sola persona, cuyas virtudes y defectos son completamente irrelevantes si es que alguna encuesta o votación virtual  lo ha ubicado como quien encarne la unidad opositora.

Apenas se atreve hablar alguien de opciones consideradas "chicas" no le salta el MAS, lo hacen los `propios "opositores" diciendo que "como se atreve, que no tiene posibilidades, que hay que unirse etc.. Así, Jesucristo podría ser candidato, pero Satanás le ganaría porque "hay que unirse"… De todas las panaceas, el ideal de la unidad opositora antes de la primera vuelta es algo que todos los integrantes de las oposiciones, con no poca hipocresía, señalan ser su prioridad. Los unos agitan este objetivo por que creen que la dichosa unidad se realizara alrededor de ellos, y otros lo hacen por no salirse del área de confort que brinda la hipocresía políticamente correcta.

La unidad así entendida  parte del supuesto  de que en política dos mas dos son cuatro o hasta cinco cuando en realidad dos mas dos pueden sumar tres o menos. 

Como lo señala el periodista Raúl Peñaranda en un artículo bajo el título de “la innecesaria candidatura única de la oposición” el concentrar las fuerzas en una sola persona garantiza únicamente que esta sea el blanco fácil de las agresiones oficialistas como ocurrió con María Corina Machado y en ningún caso garantiza el triunfo puesto que implica eliminar todos los huevos para poner uno solo en la canasta, con su obvia vulnerabilidad, como también ocurrió en México.

Significa además marginar a indecisos y masistas arrepentidos en 1 era vuelta ya que estos se mostrarían escépticos de apoyar a un candidato cuyo único atributo seria su anti masismo.

En Bolivia una buena parte de la militancia y de los simpatizantes de partidos y candidatos se mueven en base a un cálculo utilitarista que básicamente se basa en las posibilidades de obtener un empleo, granjería o situación de privilegio con el ganador. Por otro lado, los que no obedecen a esta lógica y votan por razones de simpatía personal o afinidad ideológica pueden perfectamente encontrar indigesto o hasta imposible votar por quien esta en el otro extremo de lo que siempre defendieron, por mucha apariencia de antimasista que este tenga.

En ambos casos, la unidad en primera vuelta restará, no sumará, sobre todo si es impuesta, forzada y sin debate y competencia previa. Los unitaristas parten sin embargo de la base de que no importa que en ella cohabiten izquierdistas, derechistas, demócratas, o autoritarios corruptos u honrados liberales o socialistas, funcionales y genuinos, no importa que se crucen no solo ríos sino mares de sangre, diferencias y distancias, lo único que importa es que haya un solo candidato.

Esta pone paradójicamente la evaluación de las luces y sombras de los pre candidatos en segundo o tercer lugar. Lo único que cuenta es que haya un candidato no importa quien sea, sus convicciones o cuales sus antecedentes, valores o principios. Por lo tanto, no hay verdadero debate, como ya tenemos candidato único, que importan la economía, las propuestas, los temas, el liberalismo o el socialismo, lo único que importa es que ya tenemos un candidato. La confrontación de ideas o la evaluación de conocimientos pasa a ser secundaria, accesoria y hasta irrelevante.

La no aceptación de la unidad mecánica conlleva el enojo feroz e irracional de los unitaristas que descalifican con furia a quien se atreva a decir que no está de acuerdo con la unidad no debatida y desde antes de la primera vuelta.  Es en realidad, el argumento descalificatorio mas contundente contra un opositor, no importan sus antecedentes, calidad intrínseca como candidato o persona, al no dar su apoyo a la unidad eso lo convierte, mas que en un adversario, en un traidor.

No importa como en el caso de un ex presidente que muchos digan que es “el mejor candidato” pero al no apoyar la unidad sin condiciones queda fuera del proceso ipso facto, ni se evalúan sus propuestas o atributos. En 2019 el elegido de la “unidad” y su partido no hicieron ni control electoral, ni en rigor esfuerzo algún para seducir a sus potenciales aliados, despreciándolos. En realidad, algunos dirían que hicieron una campaña cómoda y que en el fondo no querían ganar. Sin embargo, las encuestas dicen que de nuevo va primero, a su vez este, sabedor de que esa situación le asegura supuestamente el apoyo de todos, ya no hace ningún esfuerzo.

La unidad fanatizada e impuesta da la idea de que en Bolivia el MAS nos quitó no solo todos nuestros recursos y nuestra democracia sino también nuestras identidades políticas e ideológicas, los recorridos colectivos e individuales que hacen a una identidad política, hasta nuestra personalidad, todo deben borrarse o pasar a ser accesorios, para apoyar a un solo candidato.

De esta forma la oposición queda realmente dividida, los nobles y buenos defensores de la unidad no importa alrededor de que sino solo de quien y los mezquinos y egoístas, individualistas y ciegos propugnadores de que, por lo menos en la 1 era vuelta cada uno diga lo que tiene que decir. Pero más allá de eso queda silenciada, reducida a ser parte de un adefesio en el que no hay lugar para las pasiones ni convicciones, los debates ni las propuestas, mas aun si el “elegido” como sucedió la ultima vez, en realidad no muestra intención  alguna de considerar a todos en forma proactiva y por lo tanto desmotiva a muchos de sus eventuales adherentes.

El escenario tiene entonces a un MAS dividido y a una oposición mucho mas que dividida, desmotivada, con una parte vaciada de su espíritu y razón de ser, como soldados desanimados que ignoran el sentido del combate, conminados a luchar siguiendo a quien no dice por dónde, con qué y hacia dónde quiere llegar.  

El único camino para construir un proceso de unidad y concertación opositora pasa por empezar no por “alrededor de quien” sino alrededor de “que” es decir el conjunto de propuestas ideas y visiones que encarna las diferentes personalidades deben necesariamente pasar por un debate en profundidad y una compulsa que excluya a las encuestas como proceso dirimidor.  Las selecciones finales de candidatos debieran hipotéticamente   realizarse en primarias cuyo problema central es quien las financiaría y como se garantizaría la imparcialidad y consistencia de quienes las administren.

Por último, hablar de unidad o de división sin asegurarse que se haya cambiado totalmente las posibilidades de reedición del fraude, que se cuente con un padrón confiable para todos y que el estado no sea del uso y abuso del partido oficialista es una tarea básica sin la cual todo participación unitaria o atomizada carece de sentido.

Es absolutamente inconcebible que dado el estado actual de la economía y la polarización de los 2 sectores masistas estos puedan alcanzar el 40 % de los votos sin fraude y manipulación. Queda por saber si la oposición priorizará la denuncia de ese estado de cosas o ira sumisa al fraude.

Lo propio con la no priorización de un control electoral real, organizado y financiado, una tarea de envergadura que necesariamente tiene que ser llevada cabo con la debida anticipación y logística, en forma concienzuda y seria, el ejemplo de Venezuela no necesita de mayores ahondamientos.

Si no se cumple este recorrido estratégico a lo único que iremos unidos es a un nuevo fraude electoral y al matadero político, no solo perdiendo la elección, sino también la dignidad.

BOLIVIA: EL INAUDITO SISTEMA DE ELECCIONES JUDICIALES EMPEORO LA JUSTICIA

 

Las elecciones judiciales en Bolivia fueron implementadas por primera vez en 2011, como parte de una reforma constitucional que buscaba democratizar el sistema judicial y garantizar la independencia de los jueces. Sin embargo, desde su origen, estas elecciones han sido objeto de críticas y controversias debido a su falta de transparencia y a la percepción de que no han logrado transformar la justicia de manera efectiva.

Una de las principales críticas radica en que las elecciones judiciales ponen a los candidatos en una situación parecida a la de los políticos es decir compitiendo por votos, lo que limita su futura independencia al obligar a los candidatos hacer promesas que equivalen a prometer llevar a cabo un trafico de influencias si son electos.

Otro elemento es el de la autoidentificación indígena que permite sumar puntos en la preselección de candidatos por parte de la Asamblea Nacional. Como los impulsores tomaron conciencia de que no se podía permitir que los candidatos hagan campañas abiertas, prohibió las mismas, lo que atenta contra la libertad de expresión pero además  el Tribunal electoral tomo a su cargo la difusión de los perfiles de los candidatos subrayando según el caso su autoidentificación indígena, lo que fue denunciado como racista.

En las elecciones judiciales de 2011, se presentaron 97 candidatos a jueces y magistrados, de los cuales 57 fueron elegidos. Sin embargo, la participación ciudadana fue muy baja, con un 45% de votos blancos y un 18% de votos nulos. Esto revela un claro descontento por parte de la población y una falta de confianza en el proceso electoral y en los candidatos presentados.

Además, a lo largo de los años, se han denunciado numerosos casos de corrupción en el sistema judicial boliviano, lo que ha contribuido a socavar la credibilidad de las elecciones judiciales. En Bolivia hay casos de condenados a 30 años sin derecho a indulto liberados a los meses de iniciar su condena, jueces que han admitido en grabaciones que condenaron a gente sabiendo de su inocencia, y en general el sistema de justicia es percibido como lento, muy corrupto y totalmente permeable a la presión política y económica. .

En las elecciones judiciales de 2017, la situación no fue muy diferente. A pesar de la implementación de reformas para mejorar la transparencia del proceso, la participación ciudadana fue nuevamente baja, con un 60% de votos nulos y un 10% de votos blancos. Además, se denunciaron irregularidades en la selección de candidatos y en el conteo de votos, lo que generó aún más desconfianza en el sistema judicial.

En resumen, las elecciones judiciales en Bolivia han sido un gasto insulso en procesos electorales en los que la gente no participa y han sido incapaces de transformar la justicia de manera efectiva debido a la falta de transparencia, la baja participación ciudadana y la persistencia de la extrema politización y corrupción en el sistema judicial.

Bajo el argumento de que el anterior sistema hacia prevalecer el “cuoteo” es decir acuerdos entre bancadas parlamentarias para la elección de jueces, distribuyéndose entre las mismas en cuotas, se instituyeron las elecciones judiciales como un enrevesado camino, aparentemente democrático, pero realmente arbitrario, cuya manipulación ocurre en la pre selección de candidatos que realiza la asamblea nacional, bajo el control oficialista puesto que solo los que ellos determinen puede postularse.

Esto ha permitido que el partido oficialista haga elegir ya no una cuota más o menos meritocrática de jueces, como eran el caos antes, sino a la totalidad   de los jueces que en general son de un nivel profesional y académico paupérrimo, compensando aquello con su obsecuencia política y postura indigenista.

Es necesario implementar medidas urgentes para mejorar la calidad y la independencia de la justicia en Bolivia y restaurar la confianza de la población en las instituciones judiciales.