La revelación de que son mas de
dos mil millones de dólares los que el gobierno contratará en forma directa,
sin licitación, marca el inicio de una inédita era en la administración publica
y resume la idea oficialista de “meterle nomas”
al manejo de los recursos públicos haciendo gala de una deliberada indiferencia
a todo lo que pueda significar vigilancia , transparencia , arbitraje objetivo,
o contra peso.
Cual si se tratase su finca particular, el
vicepresidente ha declarado muy suelto de cuerpo que la eventual planta de urea
de Bulo Bulo (1.100 millones de dólares
aproximadamente) se realizará mediante una "licitación pública internacional",
una falacia de proporciones descomunales ya que la empresa que se haga cargo
será contratada según establece el
decreto de excepción 224 que el mismo se encargó de aprobar en uno de sus interinatos
presidenciales no habiéndose ni por asomo cumplido con ninguno de los pasos
para que ni siquiera se parezca la contratación a una licitación internacional
como esta estipulado en la ley 1178.
Ningún supuesto negociado del pasado, ni la “autopista mas cara del mundo” de los años de Banzer, ni la construcción de Karachipampa, ni las piedras preciosas de García Mesa, ni las privatizaciones del acuerdo patriótico, ni siquiera los desmanes que cometió Mariano Melgarejo en sus días puede ser comparada con el descarado arbitrio y discrecionalidad que caracteriza al gobierno actual en el manejo de los recursos que son de todos.
Ningún supuesto negociado del pasado, ni la “autopista mas cara del mundo” de los años de Banzer, ni la construcción de Karachipampa, ni las piedras preciosas de García Mesa, ni las privatizaciones del acuerdo patriótico, ni siquiera los desmanes que cometió Mariano Melgarejo en sus días puede ser comparada con el descarado arbitrio y discrecionalidad que caracteriza al gobierno actual en el manejo de los recursos que son de todos.
El avión presidencial, el satélite
chino, la carretera por el corazón del TIPNIS, el teleférico paceño, casi todo
el manejo de dinero de YPFB, y la planta de urea de bulo bulo todas han sido o se
ha anunciado serán hechas sin ni siquiera la apariencia de un mínimo de
transparencia, todas impuestas sobre las espaldas del pueblo boliviano sin que
hayan estado en su mayoría ni siquiera
en un programa de gobierno, ni medie mas
que la opinión de un puñado de individuos.
Cuando estos sean juzgados, lo
que inexorablemente ocurrirá mas temprano que tarde, son presumiblemente varios
aspectos que caerán bajo el escrutinio jurídico e histórico. Los muertos y
heridos producto de la represión
estatal, el crecimiento de los cultivos
de coca excedentaria y su correlación con el narcotráfico y la inseguridad
ciudadana, la desinstitucionalización nacional y el aviamiento de las
confrontaciones étnicas así como la manipulación política de la justicia, son
solo algunos de los temas que será objeto de un procesamiento.
Pero cuando el juicio empiece a
investigar la corrupción de este régimen, es bastante seguro que concluirá que
ningún otro periodo en la historia de Bolivia, ni siquiera en las más obscura épocas
militares se caracterizó por este nivel de rapacería, discrecionalidad y
unilateralidad. Un recuento de todos los
caso de corrupción denunciados, que necesariamente será hecho, revelara que mas
que ningún otro rasgo el mentado “cambio” se concentró en implementar
mecanismos para manejar el erario publico en una forma difícil de siquiera
imaginar.
En una época en la que las corrientes de definición de las políticas
públicas a nivel mundial han puesto en valor el concepto de accountability,
cuya traducción aproximada es el de rendición de cuentas, el gobierno de
Bolivia exhibe un comportamiento de forajidos y prueba su brutal intención de no someterse más que al
control de sí mismo. Es el despotismo cocalero, que lejos de ser ilustrado, es corrupto y pendenciero.
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