martes, 28 de enero de 2025

La actualidad del “Manual del Idiota Latinoamericano”

 

Cuando en 1996 Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa publicaron “El manual del perfecto idiota latinoamericano” , presentaron un diagnóstico mordaz sobre las élites políticas e intelectuales. Describieron su personaje como aquel que, armado de un discurso populista, estatista y victimista, promovía políticas que perpetuaban el subdesarrollo en lugar de resolverlo. A más de un cuarto de siglo de su publicación, la realidad de América Latina sigue confirmando sus tesis, y Bolivia es un claro ejemplo.

El texto denunciaba la obsesión de la izquierda latinoamericana con el intervencionismo estatal, la desconfianza en el mercado y la idea de que la burocracia puede reemplazar a la iniciativa privada, a pesar de la inmensa cantidad de evidencia en contra de los resultados de dicha perspectiva.  Hoy, Gustavo Petro en Colombia, Nicolas Maduro en Venezuela Lula da Silva en Brasil y Luis Arce en Bolivia insisten cual mulas, en aumentar el control estatal sobre la economía.

El MAS ha seguido la misma receta durante  dos décadas. Con Evo Morales y ahora con Arce, el país ha dependido de la explotación de recursos naturales sin diversificarse. La nacionalización de los hidrocarburos en 2006 tuvo como resultado final una brutal caída en la producción de gas y una falta absoluta de inversión privada o pública, la primera por desconfianza, la segunda por irresponsabilidad criminal. Bolivia enfrenta una crisis de reservas internacionales y desabastecimiento de dólares y  el gobierno insiste en la creación de empresas públicas

Otra característica del “idiota latinoamericano” es su afán por erosionar las instituciones democráticas en nombre del “pueblo”. Daniel Ortega en Nicaragua ha convertido su país en una dictadura sanguinaria, encarcelando opositores y persiguiendo a la Iglesia. En Venezuela, Nicolás Maduro se ha aferrado al poder mediante fraudes electorales,  represión y tortura, destruyendo una de las economías con mayor potencial en el mundo.

Evo Morales intentó perpetuarse en el poder violando la Constitución y desconociendo el referéndum del 2016. Su afán de poder derivó en el fraude  de 2019, lo que llevó a su renuncia en medio de protestas masivas. Luis Arce, más tecnocrático, ha seguido con la misma lógica de intervención al  poder judicial y persecución a opositores.

El libro advertía sobre la tendencia de estos líderes a culpar siempre a Estados Unidos, el “neoliberalismo” o la “oligarquía” de sus propios fracasos. Hoy, el discurso de Petro, Maduro y Evo Morales repite la misma retórica: todo problema interno es causado por una conspiración extranjera. En Bolivia, el MAS ha hecho de la victimización una estrategia política permanente acusando constantemente a la “derecha golpista” y al “imperialismo” de sus propios errores de gestión. La crisis económica actual es atribuida a factores externos, cuando en realidad es consecuencia de años de políticas irresponsables, corrupción y falta de planificación. Además, Morales ha insistido en que su salida del poder en 2019 fue un “golpe de Estado”, ignorando las evidencias del fraude electoral y el descontento popular.

Los autores también advertían sobre el uso del término “pueblo” como un concepto manipulable, donde solo los seguidores del régimen cuentan como ciudadanos legítimos. En Nicaragua, Ortega ha criminalizado cualquier forma de oposición, mientras que en Venezuela, Maduro divide a los venezolanos entre “revolucionarios” y “traidores”.

En Bolivia, el MAS ha polarizado el país entre los “ hermanos” (sus seguidores) y los “vendepatrias” (sus críticos). Han fomentado el enfrentamiento entre regiones, clases sociales, edades, gremios y grupos indígenas. Evo Morales ha atacado constantemente a Santa Cruz, el motor económico del país, presentándolo como el enemigo. Luis Arce, aunque menos confrontacional, ha seguido la misma narrativa, descalificando cualquier protesta o crítica como un intento de “desestabilización”.

Si el manual del perfecto idiota latinoamericano fue una advertencia, la actualidad de América Latina parece una confirmación de sus predicciones. Los mismos errores que denunciaba—estatismo, populismo, victimismo, clientelismo y autoritarismo—siguen marcando el rumbo de la región. Bolivia, bajo el MAS, es un caso ejemplar de cómo estas ideas han llevado a la degradación moral, económica, institucional y social. Mientras se continúen aplicando las mismas recetas fracasadas, América Latina seguirá atrapada en el círculo vicioso del subdesarrollo.

jueves, 23 de enero de 2025

Trump y el nuevo mundo

 

El mundo que emergió tras la Segunda Guerra Mundial se estructuró en torno a una división dicotómica pero clara de la realidad política e ideológica. Por un lado, los regímenes del socialismo real, con economías planificadas y libertades casi inexistentes; por el otro, el mundo libre, caracterizado por economías de mercado, democracia y prosperidad.

Esta realidad significó un retroceso absoluto para los países comunistas, un estado de cosas que culminó con la implosión de la Unión Soviética en 1989 y la adopción por parte de China de una economía de corte capitalista, aunque bajo un control político férreo. En ese contexto, Occidente parecía haber ganado tanto la batalla económica como la de la libertad y la democracia, consolidando la creencia en la tesis del fin de la historia, popularizada por Francis Fukuyama.

Transcurrido un cuarto del siglo XXI, la realidad ha demostrado que lejos de consolidarse como los vencedores de la historia, los países occidentales enfrentan una preocupante crisis de valores, marcada por la polarización extrema y el resurgimiento de radicalismos.

Históricamente, las guerras han funcionado como mecanismos de regulación y purga de procesos sociales y hasta demográficos. Sin embargo, la relativa ausencia de conflictos a gran escala —con excepciones como el conflicto en Medio Oriente y la guerra en Ucrania— ha coincidido con una explosión tecnológica de acceso masivo que ha transformado las dinámicas sociales y políticas. Las redes sociales, por ejemplo, han amplificado las divisiones ideológicas, generando esferas de radicalización tanto en la izquierda como en la derecha.

Parece ser una constante que, cuando el ser humano tiene satisfechas adecuadamente sus necesidades más básicas, experimenta una atracción por el caos y el desorden. Esta tendencia se manifiesta hoy en el ámbito político con la expansión de corrientes radicales de ambos lados del espectro ideológico.

Estados Unidos ofrece un claro ejemplo de esta polarización. La ideología woke, con su cuestionamiento de conceptos tan fundamentales como el género biológico, ha generado una contra reacción de sectores conservadores. La promoción de herramientas como el lenguaje inclusivo y la priorización de la identidad sobre el mérito han alimentado un clima de tensión que, exacerbado por factores como la crisis migratoria mundial, ha dado paso a un resurgimiento de posiciones de derecha que buscan restaurar el equilibrio percibido como perdido.

Las corrientes de izquierda, tras el colapso de la Unión Soviética, han mutado hacia nuevas formas, como el “socialismo del siglo XXI” en América Latina y el wokismo en países como Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Las consecuencias más visibles de esta tendencia han sido polémicas como el arrepentimiento de menores sometidos a irreversibles cirugías de cambio de género o el rechazo a la presentación francesa en las Olimpiadas de 2024, criticada por su enfoque ideológico.

La reacción conservadora ha tomado forma en figuras como Giorgia Meloni en Italia, Javier Milei en Argentina, y sobre todo Donald Trump en Estados Unidos. Este resurgimiento se nutre no solo de la oposición a lo que perciben como excesos ideológicos de la izquierda, sino también del rechazo a la presión migratoria global, con flujos masivos de personas provenientes de crisis en Siria, Venezuela y Haití. Incluso en países tradicionalmente receptivos a la inmigración, como Chile se han observado expresiones de hartazgo y actitudes cuasi xenofóbicas ante la llegada masiva de migrantes.

El mundo emergente en el que Trump, Elon Musk y otros líderes ultrapoderosos desarrollan sus ideas aislacionistas y proteccionistas es un mundo de creciente digitalización económica e inteligencia artificial en expansión explosiva. También es un mundo de profundas desigualdades, en el que el 1% más rico de la población controla el 43% de la riqueza total. Además, la hiperconectividad ha llevado a un individualismo digital y a una polarización política y cultural cada vez más extrema, donde convivimos con riesgos y oportunidades que demandan adaptación y resiliencia tanto a nivel individual como colectivo.

Para los regímenes del “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, Nicaragua y Bolivia, el futuro se presenta sombrío ante la previsible hostilidad de la administración Trump quien ya ha declarado legalmente a los carteles de la droga como objetivos militares.  El flamante secretario de Estado, Marco Rubio, hijo de exiliados cubanos y firme opositor a las dictaduras de la región, representa una amenaza tangible a la continuidad de estos gobiernos autoritarios y narco vinculados ya que ha manifestado abiertamente su compromiso con la causa de la libertad y la democracia en América Latina. Esas son buenas noticias.

jueves, 16 de enero de 2025

La variopinta "funcionalidad" opositora

 

El contundente triunfo electoral del MAS en 2006, consolidó una hegemonía política autoritaria que dejó poco margen para una oposición genuina.  Es difícil lidiar con un régimen producto de la democracia pero que no se cansa de socavarla.  Durante los primeros años del mandato de Evo Morales, la política boliviana estuvo marcada por una resistencia silenciada mediante la represión, el exilio o el derrocamiento y persecución de figuras opositoras. Algunos de los que se quedaron resistieron de manera heroica o, en muchos casos, menos gloriosa, otros tomaron el camino del destierro. La oposición fue diluyéndose, y la crítica hacia el régimen se transformó en un campo fértil para actores funcionales al MAS.

El proceso que condujo a la nueva Constitución de 2009, con muertos y heridos, contó con la complicidad de parte de las bancadas de Samuel Doria Medina y otros actores. Jorge Quiroga, por su parte, liderizó el proceso de debate critico en el seno de la Asamblea y posteriormente la campaña de rechazo a la aprobación mediante referéndum.

Mesa, luego de darle la espalda al presidente con el que había sido elegido en 2002, amnistió a los golpistas de 2003 y luego su postura moderada frente al MAS le permitió mantener una relación pragmática con el régimen. Mientras el MAS avanzaba con iniciativas que favorecían su proyecto político, los opositores formales como Mesa y Doria Medina criticaban en apariencia, pero evitaban desafiar directamente al régimen y no impulsaron una oposición estructurada que pudiera bloquearla. Doria Medina se declaraba “perseguido político” mientras invertía decenas de millones de dólares en proyectos inmobiliarios y hoteleros.

El fraude de 2019 sello el protagonismo de Luis Fernando Camacho y la crisis postelectoral lo convirtió en una figura central de la oposición que se destacó por su liderazgo en la llamada “resistencia cívica” y su lucha por la renuncia de Morales. Sin embargo, su detención y la posterior inestabilidad de su partido lo debilitaron grandemente.

Gobernadores como Mario Cossío y Leopoldo Fernández y héroes como Roger Pinto son las excepciones ya que, con honor, no transaron, y compatibilizaron oposición política y gestión, mientras pudieron, pero los alcaldes elegidos posteriormente como Iván Arias, Johnny Fernández y Johnny Torrez prefirieron optar por el camino del pragmatismo cínico y sinvergüenza al ser elegidos por opositores y una vez electos trabajar con la agenda y objetivos del oficialismo.

Inicialmente, Rubén Costas fue uno de los principales líderes opositores al MAS, abanderando la autonomía cruceña y la resistencia a la centralización. Sin embargo, con el paso del tiempo y la evolución del contexto político, fue moderando su discurso y, en algunos momentos, adoptó posturas más conciliadoras, lo que algunos interpretaron como un acercamiento al oficialismo.

Manfred Reyes Villa transitó de opositor a oficialista, sin escrúpulo alguno, ni siquiera el de inhibirse de perseguir judicialmente a los jóvenes gracias a los cuales pudo volver a Bolivia y que hoy están injustamente en la cárcel siendo inocentes. Fue hasta dividir a la bancada de Comunidad Ciudadana y de Creemos para servir al Arcismo en forma desenfadada y rastrera.

Con su funcionalidad extrema o relativa, cómplices activos o culpables por omisión, estos políticos actuaron en su mayoría como genuinos altoperuanos, diciendo una cosa, pensando otra  y haciendo una tercera, a cambio no de espacios políticos visibles sino simplemente de una relativa inmunidad, aunque la misma también fue puesta en duda en varios momentos. Casi todos fueron sumisos ante Evo el todopoderoso, al que Mesa comparó con Bolívar y lo denostan muy machitos hoy que esta irremediablemente caído y ya no es la cuarta parte de lo peligroso que era.

El único aliado del MAS en sus primeras etapas que llevo a cabo su adhesión en forma abierta y publica, recibiendo el beneficio político y también pagando el costo del mismo fue Juan Del Granado, hoy opositor de perfil más bien discreto.

¿Podían haber actuado de otra forma y desempeñado un rol de verdadera oposición? Difícil determinarlo sobre todo considerando el carácter totalitario y anti democrático de las intenciones y acciones del MAS.  

Los que como como Carios Mesa tiene la sindicación histórica de la traición de 2003 y los que decididamente se sumaron al oficialismo como Manfred Reyes probablemente entran en una categoría diferente a la de Doria Medina o Iván Arias, casi iguales en el fondo, pero más sutiles en la forma.

 Jorge Quiroga y obviamente Luis Fernando Camacho, mártir de su audacia, pero también de sus desaciertos junto con Jeanine Añez, cuyo entorno y garrafales errores políticos la llevaron a autodestruirse y de paso posibilitar el retorno del MAS, en otro grupo aun mas alejado de los anteriores.

Pero aquí el único que podrá ser señalado por la historia como libre de cualquier sindicación de funcionalidad es Gonzalo Sánchez de Lozada, víctima, entre otras cosas, de la fidelidad a sus principios lo que le impidió transar con el masismo.

El futuro de la oposición boliviana es incierto, pero si la historia reciente nos sirve de guía, el pesimismo parece ser la respuesta más honesta.

miércoles, 8 de enero de 2025

La larga noche chavista y su impacto en Bolivia

 

El chavismo, engendrado por la gerontocracia cubana e implementado por Hugo Chávez, perpetuado por Nicolás Maduro, es a todas luces uno de los capítulos más oscuros en la historia de América Latina. En menos de dos décadas, Venezuela pasó de ser una de las economías más pujantes a un país sumido en la miseria, con hiperinflación, pobreza y violencia dantesca, generando un éxodo de proporciones bíblicas. La influencia del chavismo, sostenida por el robo de billones a los venezolanos y el impulso corruptor y avasallador de Chávez en persona   se extendió a gran parte de los países de América Latina en diferentes modalidades, llegando en algunos casos como el de Nicaragua y Bolivia a convertirse en una verdadera colonización ideológica y fáctica, replicándose con consecuencias devastadoras

Bajo Chávez, Venezuela adoptó un modelo económico basado en la nacionalización de empresas y el control estatal de sectores estratégicos como el petróleo. Con Maduro la economía colapsó definitivamente. Según el Banco Mundial, entre 2014 y 2021, el Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela cayó un 75%, convirtiéndose en una de las peores crisis económicas no causada por guerra en la historia moderna.

En 2018, el FMI estimó que la hiperinflación anual superó el 1.000.000%, destruyendo el poder adquisitivo de todos. Para 2023, el salario mínimo mensual equivalía a menos de $10, sumiendo al 94,5% de la población en la pobreza. El manejo corrupto de PDVSA, la principal empresa estatal, resume la debacle. Durante el gobierno de Maduro, la producción de petróleo cayó de más de 2,5 millones de barriles diarios en 2013 a menos de 700.000 barriles en 2021.

Así mismo se consolidó un régimen autoritario, cruel y sanguinario. Como Chávez, Maduro cerró medios de comunicación críticos, encarceló a opositores y reprimió protestas populares. Entre 2014 y 2020, se registraron más de 18.000 ejecuciones extrajudiciales e infinidad de casos de tortura  atribuidas a las fuerzas de seguridad, según la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. En lo moral, el chavismo institucionalizó la corrupción, banalizo los nexos con el narcotráfico y las mafias internacionales. Transparencia Internacional ubicó a Venezuela en 2022 como el país más corrupto de América Latina.

 Evo Morales tuvo en el chavismo el sustrato retorico e ingentes cantidades de apoyo logístico y económico para replicar en Bolivia las políticas económicas y estrategias políticas que llevaron a la ruina a Venezuela. Desde 2006, Morales adoptó un modelo basado en la nacionalización de recursos naturales, control estatal y gasto público desmesurado.

Aunque la economía boliviana inicialmente creció gracias al auge de los precios del gas y los minerales, el populismo económico y moral de Morales devastó las instituciones del país y quebró los soportes éticos de la sociedad.  La bonanza fue despilfarrada, y cuando los precios de las materias primas cayeron, el “modelo” se desmorono. El déficit fiscal de Bolivia alcanzó el 9,7% del PIB en 2024, la inflación supera los dos dígitos después de décadas, y la deuda externa creció  de $2.208 millones en 2006 a más de $14.000 millones en 2023. Bolivia tiene la 3 era deuda pública más alta del mundo en relación al PIB, y en la práctica es el país ha entrado en la insolvencia financiera.

En lo político, Morales copió el modelo autoritario chavista. Modificó la Constitución para perpetuarse en el poder, desobedeció un referéndum de 2016 en el que los bolivianos rechazamos su reelección judicializó la política. Al igual que en Venezuela, el gobierno boliviano fue acusado de corrupción, nepotismo, y vínculos directos con el narcotráfico. La influencia del chavismo también contribuyó a la polarización de la sociedad boliviana. Morales consolidó una narrativa de división, confrontación y odio similar a la de Chávez. El impacto de las políticas chavistas en Bolivia y Venezuela no solo ha sido devastador para ambos países, sino que también ha afectado a la región. generado presiones en los sistemas económicos y sociales de países vecinos.

En este contexto, Venezuela enfrenta un momento crucial este 10 de enero. Edmundo González, tras vencer en las elecciones nacionales representa una oportunidad única. para romper con el legado chavista. Su triunfo electoral estuvo marcado por una participación masiva y la derrota contundente del oficialismo. Sin embargo, su posesión, programada para el 10 de enero, está en riesgo debido a maniobras judiciales y políticas por parte del régimen  que no ha dudado en matar, secuestrar y movilizar terroristas y paramilitares para evitar la posesión del nuevo presidente. Si logra asumir el cargo, González habrá dado un paso gigantesco para el renacimiento económico y democrático no solo de Venezuela sino también de Bolivia y América Latina. Que Dios lo acompañe a el y al pueblo venezolano.