martes, 17 de enero de 2023

Intolerancia con los intolerantes

 

La degradación de las prácticas democráticas en Bolivia se ha visto exacerbada por el bajísimo nivel cultural que caracteriza a un numero cada vez mayor de políticos de la oposición como del oficialismo muchos de los cuales llegan a sus espacios parlamentarios luego de una carrera de servilismo a sus superiores y no por ningún mérito propiamente político, académico o de cualquier índole cualitativa.

Esto ha deteriorado por completo la calidad del debate político reemplazándolo por la repetición obsesiva de insultos y descalificativos a tal punto que ha hecho desparecer la verdadera confrontación de ideas así como las propuestas generadas en los espacios legislativos hoy en día reducidos, más que nunca, a momentos donde se levanta la mano con obsecuencia y sin debate.

Mediante las plataformas digitales muchos políticos consideran que incursionar en el terreno del histrionismo barato, apareciendo bailando, contando chistes o disfrazados puede llegar a constituir una acción de comunicación política, pero en la mayoría de los casos pecan de frivolidad y mal gusto. Pero los hay también violentos intolerantes.

El más reciente ejemplo de dislates sin control es la “propuesta “ hecha por el diputado suplente Rolando Cuellar,  del MAS, en sentido de “procesar a los cívicos y otros que hablen a nombre de pueblo, porque no pueden alzar el nombre de un departamento cuando no fueron electos democráticamente”.

“Estamos presentando un proyecto de ley (para) que aquel boliviano que no tenga representación legal y no sea elegido por el pueblo boliviano, será procesado penalmente por terrorismo, alzamiento armado, y organización criminal” dijo el diputado muy suelto de cuerpo y sin medir , suponemos, la envergadura de la hiperbólica amenaza y lo profundamente ignorante y anti democrático de su extravagante propuesta.

Convencido que de que por haber sido elegido indirecta o directamente mediante el voto popular el diputado que hace gala de una prepotencia rara veces vista, incluso en la democracia de fachada que aun finge existir en Bolivia. Amenazando sin disimulo, cree que solo el es el pueblo y que todos los otros no deberían tener ni siquiera derecho a hablar.

 Pero exactamente ¿ quién se cree este sujeto,  que vive de los impuestos que pagan el resto de los ciudadanos, aun lo que no votaron por él ni su partido? ¿De qué clase de trastorno padece para proponer legalizar privar de sus derechos constitucionales, de sus libertades fundamentales , de su libre albedrio y libre expresión a otros tan ciudadanos como cualquiera?

El populismo podría enriquecer la convivencia en sentido de incluir la retorica popular y nacional con figuras menos académicas y acartonadas, con expresiones del pueblo, con ingredientes coloquiales y expresiones de sabiduría popular. Pero hablar y proponer como no lo haría ni un caballo empobrece profundamente un escenario ya muy esmirriado en otra cosa que no sea el compulsivo recurso de exhibir odio, resentimiento y miseria.

Como lo señala la conocida paradoja propuesta en 1945 por el filósofo austriaco Karl Popper, “una sociedad que manifiesta una tolerancia ilimitada pone en riesgo la existencia de dicha tolerancia. Esto, debido a que extender dicha indulgencia total a los y las intolerantes, significaría darles la oportunidad de destruir a los tolerantes, y con ello, la tolerancia en sí.”

Lo que queda de nuestra sociedad no puede seguir tolerando la brutalidad física, retórica y seudo judicial de forajidos como el diputado Cuellar.

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