La degradación de las prácticas democráticas en Bolivia se ha visto
exacerbada por el bajísimo nivel cultural que caracteriza a un numero cada vez
mayor de políticos de la oposición como del oficialismo muchos de los cuales
llegan a sus espacios parlamentarios luego de una carrera de servilismo a sus
superiores y no por ningún mérito propiamente político, académico o de
cualquier índole cualitativa.
Esto ha deteriorado por completo la calidad del debate político reemplazándolo
por la repetición obsesiva de insultos y descalificativos a tal punto que ha
hecho desparecer la verdadera confrontación de ideas así como las propuestas
generadas en los espacios legislativos hoy en día reducidos, más que nunca, a
momentos donde se levanta la mano con obsecuencia y sin debate.
Mediante las plataformas digitales muchos políticos consideran que
incursionar en el terreno del histrionismo barato, apareciendo bailando,
contando chistes o disfrazados puede llegar a constituir una acción de
comunicación política, pero en la mayoría de los casos pecan de frivolidad y mal
gusto. Pero los hay también violentos intolerantes.
El más reciente ejemplo de dislates sin control es la “propuesta “ hecha
por el diputado suplente Rolando Cuellar,
del MAS, en sentido de “procesar a los cívicos y otros que hablen
a nombre de pueblo, porque no pueden alzar el nombre de un departamento cuando
no fueron electos democráticamente”.
“Estamos presentando un proyecto
de ley (para) que aquel boliviano que no tenga representación legal y no sea
elegido por el pueblo boliviano, será procesado penalmente por terrorismo,
alzamiento armado, y organización criminal” dijo el diputado muy suelto de
cuerpo y sin medir , suponemos, la envergadura de la hiperbólica amenaza y lo
profundamente ignorante y anti democrático de su extravagante propuesta.
Convencido que de que por haber
sido elegido indirecta o directamente mediante el voto popular el diputado que hace
gala de una prepotencia rara veces vista, incluso en la democracia de fachada
que aun finge existir en Bolivia. Amenazando sin disimulo, cree que solo el es
el pueblo y que todos los otros no deberían tener ni siquiera derecho a hablar.
Pero exactamente ¿ quién se cree este sujeto, que vive de los impuestos que pagan el resto
de los ciudadanos, aun lo que no votaron por él ni su partido? ¿De qué clase de
trastorno padece para proponer legalizar privar de sus derechos
constitucionales, de sus libertades fundamentales , de su libre albedrio y
libre expresión a otros tan ciudadanos como cualquiera?
El populismo podría enriquecer la
convivencia en sentido de incluir la retorica popular y nacional con figuras
menos académicas y acartonadas, con expresiones del pueblo, con ingredientes
coloquiales y expresiones de sabiduría popular. Pero hablar y proponer como no
lo haría ni un caballo empobrece profundamente un escenario ya muy esmirriado
en otra cosa que no sea el compulsivo recurso de exhibir odio, resentimiento y
miseria.
Como lo señala la conocida
paradoja propuesta en 1945 por el filósofo austriaco Karl Popper, “una
sociedad que manifiesta una tolerancia ilimitada pone en riesgo la existencia
de dicha tolerancia. Esto, debido a que extender dicha indulgencia total a los
y las intolerantes, significaría darles la oportunidad de destruir a
los tolerantes, y con ello, la tolerancia en sí.”
Lo que queda de nuestra sociedad
no puede seguir tolerando la brutalidad física, retórica y seudo judicial de
forajidos como el diputado Cuellar.
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