En 2006 a Bolivia se le ocurrió darle más poder que a nadie en la historia a un campesino semianalfabeto jefe de los productores de coca exclusivamente para cocaína. Que podía salir mal ?
Desesperado por un
cambio, el país fue seducido por la imagen que Morales proyectaba: un supuesto
defensor de los indígenas y los marginados. Sin embargo, Morales no habla una
lengua indígena, y nunca se ha identificado con la cultura de quienes decía
representar. Su victoria fue el resultado de un engaño masivo, una farsa
construida para ganar poder sin ningún compromiso con los ideales de justicia y
equidad que pregonaba.
La debacle política de Evo
Morales Ayma no es solo una caída, sino una larga y humillante agonía que
revela su ignorancia, carencia moral y falta de visión. Morales, quien no
terminó la secundaria y admitió abiertamente su rechazo a la lectura, ha
demostrado ser un hombre sin formación intelectual, sin respeto por el
conocimiento. Amparado en el apoyo del castro-chavismo latinoamericano y
europeo, pasó de ser un trompetista a la presidencia de Bolivia, manteniéndose
en el poder solo a base de estrategias de manipulación y a la bonanza económica
que ocurrió a pesar de el y en cuya cosecha fue el único participante.
Durante casi cuatro décadas,
Morales ha sido el líder de los productores de coca del Chapare, cuyas
plantaciones no tienen otro destino que la cocaína. Su poder sindical no se
construyó con liderazgo, sino con extorsión, presión y tácticas violentas, las
mismas que hoy usa para evitar enfrentar a la justicia. Nunca se casó y
reconoció a algunos de sus hijos bajo presión, mostrando una total falta de
responsabilidad. Es un hombre sin principios, guiado solo por su insaciable sed
de poder.
La decadencia de Morales se hizo
evidente en 2016, cuando, en un acto de desprecio por la democracia, ignoró el
referéndum que rechazaba su reelección y afirmó que postularse era un “derecho
humano”. Con un Tribunal Constitucional sumiso, conformado por jueces a su
servicio, Morales demostró que el único “derecho” que le importaba era su
permanencia en el poder. Su huida en 2019, tras un fraude electoral y su
vergonzoso regreso en 2020, mostró su falta de dignidad y su incapacidad para
aceptar que su tiempo había terminado.
Hoy, las denuncias por abuso
sexual de menores lo rodean y lo acorralan. La Fiscalía de Tarija lo ha citado
en un caso de pederastia, algo que era un secreto a voces en Bolivia. Pero en
lugar de asumir responsabilidad, Morales se presenta como víctima de una
supuesta persecución política. Este patético intento de evadir la justicia es
la culminación de años de manipulación y abuso de poder, el reflejo de un
hombre que nunca ha respetado la ley.
En lo económico, el supuesto
“modelo” de Morales fue una ilusión. Basado en ingresos temporales de gas y
minerales, el crecimiento económico se desplomó cuando los recursos se agotaron
en 2015. Durante años, Morales disimuló la falta de desarrollo estructural con
una fachada de estabilidad económica. Hoy Bolivia enfrenta una crisis, con un
sistema productivo destruido, una autosuficiencia alimentaria desmoronada y una
economía en ruinas. Perdió, despilfarró y se robó una oportunidad excepcional
para sacar a Bolivia de la pobreza y el sub desarrollo, empleando el dinero que
quedaba de la corrupción en un estado hipertrofiado, obras inservibles, veleidades
de faraón y no reinvirtió nada del mana gasífero que heredó.
Morales termina su carrera como
un personaje sin moral ni ética, aferrado a una imagen de poder que ya no le
pertenece. Sin dignidad ni credibilidad, se ha convertido en un pandillero “asalta
caminos” política y literalmente, dispuesto a bloquear carreteras, matar
policías y causar dolor, incendiando todo con tal de evadir la justicia. Las
acusaciones de abuso a menores podrían conllevar hasta 25 años de cárcel si se
demuestra que las víctimas eran menores de 14 años, y aún así, Morales se cree una
alternativa electoral, arrastrando a Bolivia al caos en su desesperación por el
poder.
Su historia es un recordatorio
doloroso de la ceguera de un electorado que, en 2006, pasó por alto su falta de
formación, visión y principios. En lugar de un héroe, Bolivia encontró en
Morales una estafa; en lugar de progreso, un desastre. Hoy, Bolivia enfrenta el
desafío de reconstruir sus instituciones, economía y tejido social, tras el
paso de un hombre que, lejos de representar un cambio positivo, simboliza una
de las oportunidades más grandes que el país perdió. A tomar en cuenta cuando
suenan los cantos de sirena del apoyo a precandidatos cuya juventud e
inexperiencia es vista como grandes cualidades en desmedro de la experiencia y
formación de liderazgos de temple. En política, como en la economía y en la
vida, no haya ni magia ni magos, solo los que mienten y los que dicen la
verdad.